Alcantarilla

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Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo.

Alejandra Pizarnik

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Simon sabía que todos los recuerdos que estallaron en su cabeza (gracias a Alba) lo perseguirían por siempre. Cuando Clary se acercó pensó que le había mentido, que ella lo encerró en esa caja de cristal que tanto odiaba y no pudo contenerse de decirle todo lo que quiso. Ahora caminaba por la ciudad sin rumbo, chocando con uno que otro nefilim que se le quedaba viendo. Pero eso era normal, después de todo era el ex vampiro diurno, quien salvó a los semi-ángeles del Edom, el primer ascendido, el parabatai de la chica ángel, etc, etc, etc. Perdido en sus pensamientos y rabia, no vio a la joven que pasaba frente a él hasta que chocó con ella y provocó que tirara todas las bolsas con diferentes frutas que cargaba.

–Oh, lo siento –se disculpó y comenzó a ayudar a recoger las naranjas, mientras ella reunía unas piñas.

–No hay pgoblema –la joven misteriosa tenía un marcado acento francés–. Fue mi culpa, pog las bolsas no vi pog donde iba.

Cuando porfin todas las naranjas estuvieron dentro de la bolsa, Simon se la iba a entregar, pero notó que ella ya cargaba con cinco bolsas y pensó que chocaría de nuevo si seguía así.

–¿No quieres ayuda?

–¿Segugo? Pogque vivo lejos, casi al otgo lado desde aquí.

–Seguro, además no quiero que vuelvas a tropezar.

Ella asintió y comenzó a caminar. Simon la siguió en silencio y aprovechó para mirarla detenidamente. Tenía el cabello azulado, largo y ondulado que cubría sus orejas al igual que casi toda su cara. Su complexión era alta y delgada, lo que hacía graciosos sus pantalones holgados de mezclilla y la playera de rayas horizontales blancas y azules al menos dos tallas más grandes. No podía tener más de quince.

–¿Y mis modales? –dijo de pronto la chica– Hola, mi nombge es Camille. Te dagía la mano, pergo no puedo.

Simon se quedó parado ¿había escuchado bien? ¿Camille? Oh, dios, que mala broma.

–¿Estás bien? –preguntó la joven al ver cómo se había detenido.

–Sí, es sólo que me desconcerté.

–¿Pog qué?

–Tú nombre... Olvídalo, es algo estúpido.

Volvió caminar y Camille le siguió e indicó que girara a la derecha.

–¿Pensabas en esa vampiga, vegdad?

–¿Cómo...?

–Ya me lo han mencionado, pego te asegugo que no soy como ella.

–Si quieres beber sangre no te juzgaré –bromeó Simon.

Camille lanzó una risita y cuando lo miró, Simon se dio cuenta que Camille tenía un ojo azul y otro café claro.

–Wow tus ojos –Simon los vio detenidamente–. Son...

–¿Qué? –se veía confundida.

¿Acaso en París todos tenían los ojos de diferente color?

–Bueno, es que... Nunca había visto a alguien con ojos de diferente color.

Camille se detuvo de golpe y lo miró con horror.

–¿Qué dijiste?

–No pretendía ofenderte...

–No me has ofendido, pego... –giró la cabeza para ver la calle, la cual estaba vacía y luego susurró suplicante– No se lo digas a nadie.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora