Einhundertfunfzing.

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En clases, todo esta bien.

Por bien me refiero a que me quiero sacar los ojos y introducirlos en mis odios, para que estos dejen de sangrar por el tener que escuchar hablar a mis profesores.

El almuerzo lo paso en la biblioteca de la universidad, no tendrán los mejores libros, la verdad no es la mejor biblioteca, ni es muy grande, ni nada parecido, la del pueblo es mejor, pero no puedo ir hasta ya en mi pequeña jornada de descansó, así que me veo obligada a usar esta biblioteca, no será exactamente mi primera opción, pero tienen libros sobre el universo, la ciencia, la verdad no me interesa particularmente esos temas pero la verdad es mejor que nada.

En mi última clase, la que comparto con Patrick, veo que el entra al salón, sin pedir permiso, impertinente como la primera ves que lo vi.

Supuse, que iba a dirigirse hacia su puesto, osea junto a mi, pero en ves de hacer eso, se dirige del otro lado del salón, a un pupitre,  ya ocupado por dos alumnas, Patrick solo les hace un movimiento con la mano, y estas dejando salir una risa nerviosa y con las mejillas sonrojadas salen volando hacia otro pupitre.

El se sienta con esa elegancia tan característica de el, voltea su cabeza hacia la ventana que tiene de lado izquierdo de el y se pierde observando algo no visible para los ojos, ya que parece sumergido en sus pensamientos, luego paso los brazos por detrás de su cabeza, haciendo recalcar los músculos de sus brazos, lo que, claro, roba varios suspiros de varias chicas del salón.

Creo que hasta yo solté un pequeño suspiró.

Estúpidas hormonas.

En toda la clase no me pude concentrar.

Saliendo de la universidad, me dirijo a un puente muy conocido aquí. Y por muy conocido me refiero al único puente que tiene todo el pueblo.

Se llama el punte "Einhundertfunfzig" no se que significa, es alemán o algo así, pero como es el único puente de el pueblo, solo le decimos "El puente" y nos ubicamos.

En el puente se han colocado muchos candados.

Candados de parejas enamoradas.

Cuando alguien piensa que esta destinado a estar el uno con el otro para siempre, ponen un pequeño candado en la reja, luego la llave se lanza al río. 

Como una promesa de amor.

Me enferma tanta cursileria.

Creo que se le robaron la idea a un puente de Francia.

Odio este lugar, esta rodeado de parejas restregandonos en la cara a los solitarios que felices son ellos.

Pero tanta felicidad, me da paz. Creo.

Pero vengo principalmente porque tiene una vista increíble.

El río cambia de color dependiendo de la posición de la luna, es raro, porque aquí justamente en esta posición, que es como unos cuarenta pasos desde la cabina hacia el centro, se ve una eterna luna.

Insisto que a lo mejor da la casualidad de que yo siempre o vengo muy temprano o muy noche al puente y siempre me toca venir cuando hay luna.

Me gusta estar justamente aquí.

40 pasos justos.

Es una manía, pero me da una vista increíble del río.

Tiene un colo rosado en las mañanas, como ahora, y en las noches es algo más verdoso, como será en la noche.

Después de lo que para mi parecieron cinco minutos, mi estómago gruñe y eso me indica que es hora de comer.

A lo mejor no fueron solo cinco minutos, tengo la leve sospecha de que han pasado un par de horas.

Mis sospechas son confirmadas al momento en que checo mi iPhone.

Me dirijo al establecimiento de comida rápida más cercano, el cual es un local de venta de tacos.

Tacos mexicanos.

Los mejores del mundo.

O al menos los mejores que yo he probado.
Al momento de entrar, suena una companita avisando mi llegada.

El establecimiento se ve muy abandonado.
Solo hay un par de parejas de chicos.

Me dirijo a una mesa con ventana y vista hacia la calle.

Abro el menú, que momentos antes una mesera trajo.

Después de pensar un poco, me decido por una orden de tacos al trompo.

Hago mi orden con la mesera, que volvió a venir, y le hago saber mi elección de comida y bebida.

Ella llega tiempo después con mis tacos, salsas y mi refresco y se retira.

Cuando ya voy por dos tacos, vuelve a sonar la companita, anunciando la llegada de otra persona.

Son dos personas.

Bueno, no puedo ver muy bien sus caras, ya que bueno, se están comiendo, literalmente, el uno al otro.

La mujer parece un poco mayor que yo, unos veinticinco, veintiséis, trae un minúsculo vestido azul muy pegado.

El chavo no es uno o dos años más grande que yo.

Y la complexión de el chavo se me hace conocida, esa ropa, ese peinado.

Oh Joder.

Es Finn.

Just Go. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora