51. ALEXIA

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Lo primero que pienso es que Julian me está tomando el pelo. La risa se me escapa de los labios al pensar que me miente. Pero en su mirada no hay rastro de que sea una de sus bromas. Entonces la risa se borra de mi rostro.

En mi mente muchas cosas tienen el sentido necesario: por qué Roxan sabe español y también por qué lo rechaza o el caso de que Dalton huyese al Imperio... él sabía que tendría a alguien allí. Y de repente, lo único que respetaba de mi padre, que amase a mi madre, era otra mentira. Mi padre no tenía nada bueno. Creí que a pesar de todo la amaba.

Y fue mentira.

Abro la boca.

—¿Qué coño estás diciendo?

—Aquella noche, Dalton se desahogó conmigo—empieza a contarme Julian. Él trata de mantener la calma. Al menos no lo hace tan mal—. Me ha contado cosas sobre su vida en el Imperio, sobre quién era Roxan y por qué ella estaba con nosotros. Me pidió que te convenciera de que te quedases en el Norte—ruedo los ojos, eso es demasiado típico de Dalton—. No te obligaría por nada, lo sabías—él toma mi mano—. Tu abuela mandó a esa mujer al Norte—eso me deja con la boca abierta—. Roxan es republicana, pero lleva tantos años en el Norte que es probable que tenga las dos nacionalidades.

—¿Te estás quedando conmigo? —esto me está cabreando de verdad—. Mi padre solo tenía una mujer y tres hijos. Ella no es nada. Y no hubo nadie más—Julian respira poco a poco. Sé que intenta buscar las palabras adecuadas—. ¿Yo no conocí a mi abuela y Roxan sí?

—No lo sé. ¿Por qué iba a mentirme?

—Yo qué sé. Puede que sea solo una prueba para ver si eres capaz de decirme algo así—me aferro a lo que sea para creer que es mentira. Porque eso es lo que quiero.

—No sé si Dalton sería capaz de mentir con algo así—me mira de nuevo con sus manos entre las mías—. Porque esto es algo que tiene que ver contigo, con vuestra madre, y creo que Dalton no sería capaz de mentir en un asunto en el que tú estás incluida. Es demasiado grave como para ser mentira. Y me lo dijo antes de quererme muerto—insiste él.

—Dalton ya no es el mismo. El que yo conocía no era un genocida.

Pero pienso en lo que me dijo Roxan, como si algo en mi cabeza las hubiese tenido bien guardadas para este recuerdo. Antes de que mi mente quiera borrarlo ya lo recuerdo. El odio con el que hablaba de su padre. El odio del español. Que era un hombre casado con dos hijos que le prometería que se iría con ella. Un hombre que fue asesinado en la guerra republicana. Una mujer que ha rehecho su vida en el Imperio con otro marido y con una hija buena. Adoptaron a Dalton sin dudarlo.

Se me queda en la cabeza: casado, con hijos y asesinado en la guerra.

Esa historia podría ser de cualquiera en la guerra pero encaja con el perfil de mi padre. Por esto mis padres discutían, quizá mi madre se olía algo. Pero las discusiones se fueron poco a poco. Y se pusieron manos a la obra para tener un crío, porque con la que se había casado, la primera mujer, para solucionarlo todo de esa forma. Un hombre muerto.

Definitivamente es el perfil de mi padre. Y no me lo puedo creer.

Las abandonó y a mi madre la engañó. Lo único que respetaba de él era lo mucho que aparentaba amar a mi madre. Y ahora ni siquiera puedo respetarlo por ello.

—Dalton me contó que vuestro padre era un borracho—por desgracia eso es verdad. A mi padre le gustaba el alcohol, el vino, a pesar de que está prohibido para nosotros. No le importaba. Seguía el Corán cuando le daba la gana. Cuando podía hundirme. Cuando me hacía querer odiar algo que no está hecho para ser odiado—. Debías saberlo.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora