Siglo XXII
California, Estados Unidos
Narrador Omnisciente
El calor era infernal en California del sur. Durante esa época Camila solía siempre ir a la playa privada de su abuela, asistía a fiestas que eran exclusivas para los de su escuela privada, también iba a reuniones en la casa del lago de algunos de sus amigos en donde mayormente se acostaba con su novio y algunas otras mujeres, ella viaja con su familia con sus amigos, y también con su familia mayormente a Cuba.
Su vida era increíble, había parrilladas los fines de semana en su casa en donde obviamente iban sus vecinos casi igual de ricos que su familia, ella nadaba hasta el atardecer o tocaba la batería hasta que le duelan los brazos cuando se sentía molesta, tenía una vista preciosa desde la enorme piscina pues su padre, el arquitecto Cabello, diseñó una linda mansión para su mujer, dos hijas, su camada de gatos y su perro Malcolm.
Sin embargo, todo aquello le parecía aburrido, su vestimenta demostraba su aburrimiento, jeans sueltos, camisa larga holgada o corta pero holgada, pantalones con ajustes en la cadera, lentes oscuros, normalmente usaba un moño desaliñado y sus ojos transmitían aburrimiento.
La mayoría del tiempo nada le sorprendía, pero cuando eso sucedía sus ojos brillaban temporalmente. No se podía mantener centrada en algo o alguien.
Ese verano era distinto pues ella ya tenía dieciséis y buscaría empleo, así que pasó por varios lugares en busca de uno interesante solo por conseguir experiencia en atención al cliente y aceptó ser la encargada de bisutería gitana en el negocio de Madam Metz.
Madam Metz era una mujer gitana que vendía joyas falsas y originales, artesanías a bajo precios, y peinados extravagantes. Era un salón de embellecimiento, según esa mujer, pues le realizaba encantamientos a mujeres que querían ser más felices física o emocionalmente con su ayuda. Además de que existían cosmetólogas que era bien pagadas en su negocio.
Camila se encargó del mostrador de joyas. La misma Madam Metz le enseñó los primeros días a como estafar a las personas, o a vender gratificantemente un buen producto, como ella lo diría. Cabello no se veía apta para el puesto pues tenía una expresión de haber chupado limón, pero al atender a las personas sorprendió al resto de mujeres pues sacó un encanto que solo la familia de Camila conocía.
Sonreía, se reía amablemente, usaba palabras cordiales mostrando lo muy buena actriz que podría ser. Algún día, claro, esa era la profesión que se propuso a estudiar y sus padres como siempre le apoyaban.
-Muy buenas tardes, ¿desea algo?-preguntó Camila a una mujer de cabello castaño y largo, después de atender a una señora más bajita. La mujer de ojos claros dejó de mirar los collares y pulseras que se exhibían muy bien y miró a la vendedora-. Hoy realizamos descuento en la segunda compra.
La señora se sentía apenada, quería bajar los lentes oscuros que llevaba en la cabeza y colocarselos bien para que de esa manera nadie le pueda reconocer.
-En realidad estoy buscando a Madam Metz-dijo con una voz que podría pasar desapercibida, sin embargo, Camila le oyó con claridad y le sonrió comprendiendo su afligir.
-Ella llegará en unos minutos, pero puede esperar, ¿desea que le sirva soda o una botella de agua?-preguntó la adolescente educadamente mientras que también les sonría a dos mujeres mayores que paseaban por la pequeña tienda observando los amuletos.
-No-respondió la mujer confundida luchando contra sus propios pensamientos-, creo que es mejor que me vaya, lo siento.
Se dio media vuelta y Camila estaba a punto de hablar hasta que la dueña del negocio entró por aquella puerta sonando la campana de la parte superior.