One shot

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Mientras recoge sus cosas consulta de nuevo el reloj, se le hace tarde y sabe que Harry tiene muy poca paciencia, así que se apresura. Se quita la túnica del ministerio y se pone la suya negra que siempre usa para viajar. Chista con los labios cuando recuerda que hay algo que debe guardar en el cajón sellado por si acaso, vuelve de nuevo al escritorio y mete esos documentos para que estén más seguros. Y la puerta se abre.

—¿Te queda mucho? —le pregunta Harry desde la puerta con su uniforme de auror y el pelo aún mojado, seguramente de haberse dado una ducha hace poco.

—¿Qué haces aquí? —masculla alarmado—, es muy arriesgado que vengas, alguien nos podría ver y no quiero que hagan preguntas.

—Cálmate, Draco. No hay absolutamente nadie fuera, eres el único neurótico adicto al trabajo que queda en todo el ministerio. Hasta Hermione se fue hace más de una hora; y eso debería preocuparte.

—Mira quién lo dice, aun no te has cambiado el uniforme. Dame un segundo, ya he terminado.

Harry mueve su varita y de repente ya no lleva su uniforme si no unos vaqueros y un jersey granate. Su pelo también está seco ahora.

—Me estaban dando las últimas instrucciones —dice apoyado en el quicio de la puerta—, recuerda que ahora soy el capitán de mi propio equipo —dice refiriéndose a su reciente ascenso—. Vamos, quiero celebrarlo.

Draco cierra la puerta de su despacho y la sella con un hechizo.

—Si querías ir a algún sitio a celebrarlo deberías habérmelo dicho, no he traído mi ropa muggle.

Nadie lo sabe porque aun no saben realmente que tienen aparte de maratones de sexo cada fin de semana. Por eso, cuando salen a cenar o a tomarse unas copas, lo hacen en el mundo muggle.

—En el sitio donde quiero celebrarlo no te hace falta nada de ropa —dice Harry mirándolo de reojo y con una sonrisa que consigue encenderlo.

—Oh, Potter. Ya sé por dónde vas y que sepas...

—No quiero oír ni una queja —le interrumpe—. Recuerda que me dijiste que lo celebraríamos como yo quisiera.

—Eres un pervertido —sentencia mientras niega con la cabeza. Aunque mentiría si dijese que no nota el pantalón un poco tirante después de la revelación del auror.

Una vez en el londres muggle, Harry le coge de la mano y pasean durante unos minutos hasta llegar al pub donde normalmente se aparecen para llegar a su casa.

Draco va a entrar en el cubículo contiguo al de Harry para aparecerse, pero el auror tira de él y lo mete en el suyo. Están muy apretados dentro. Pero no le importa, porque cuando tiene a Harry tan cerca, su mente se nubla y su mirada va directamente a su boca.

Sin tener que esperar mucho, Harry le devora sin reparos. Con fiereza. Con unas ganas nuevas que Draco quiere pensar que son por su ascenso. Y, Merlín, si Harry se va a poner así cada vez que lo asciendan, ojalá lo hicieran mucho más a menudo.

El auror le hace desaparecer la túnica y le saca la camisa del pantalón. Él se quita el jersey y la camiseta de debajo. Nota las manos calientes de Harry entrando por debajo de la tela y suelta el que sabe, será el primero de muchos gemidos. Mientras se deja lamer y besar el cuello, pasea las suyas también sintiendo todos los músculos de la espalda de Harry tensarse; un instante después nota como las manos del que fuese el elegido, le agarran el culo con ansia y tiran de él hacia arriba. De un pequeño salto se sube sobre él, con las piernas alrededor de las caderas de Harry mientras este le empuja contra las paredes del estrecho cubículo. Los dedos del auror se clavan como garras en sus muslos, y lejos de molestarle, solo hace que todo se sienta más pasional y animal. Si no le gustase así, no habría empezado a salir con Harry.

AscensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora