Capítulo 8: Confusos Sentimientos

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DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

Derechos Reservados.

Capítulo 8: "Confusos Sentimientos"

- ¿No bajará?

Los padres de Kagome se miraron entre sí, avergonzados. Era la hora del desayuno y llevaban bastante rato esperando sólo a la muchacha. Cuando una sirvienta les informó que su hija no bajaría, aludiendo "sentirse mal", desearon darle una zurra, por desconsiderada y maleducada. El señor Higurashi lamentó haberla mimado tanto en su vida.

La madre de la joven se levantó de su silla pero Inuyasha, que estaba en frente suyo, le rogó que se quedara en su asiento y que él convencería a su "prometida" de bajar.

- Tal vez siente... incomodidad por estar entre desconocidos...- Sonrió irónico.

- Ahh sí, pobre muchacha- Respondió Inu Taisho.- Seguro debe ser eso... ve Inuyasha, ve a reconfortarla y tráela... no debe sentirse incómoda por estar en la que será su futura casa, tráela que yo hablaré con ella...

El joven amo asintió levemente con su cabeza y luego se dirigió a la habitación de la chica con rapidez. Mientras subía las caleras casi saltando los escalones de a dos, pensaba en lo mal criada y testaruda que era.

No llamó a la puerta, sino que la abrió intempestivamente y entonces la vio voltear en camisa de dormir, con el cabello completamente suelto recordándole aquella noche en que lo había encontrado en la bodega abandonada, y con la misma mirada inicial de sorpresa y luego vergüenza. Sólo que esta vez no había abrigo para cubrir su camisa de tela tan delgada... y el mirar directo el cuerpo esbelto y bien formado de la que se suponía era una "chiquilla" lo impresionó... más que eso, casi jadeó sin poder apartar la mirada de su cuerpo.

Kagome se mordió el labio y luego corrió hasta su bata que descansaba sobre la cama, lo único que atinó a hacer fue ponérsela sobre el cuerpo, como si fuera un escudo protector.

- ¡Pero qué falta de respeto!- Lo espetó horrorizada.

Él se recuperó, arrugó nuevamente la frente y volteó hacia el ropero, el cual abrió y luego de un instante volteó y lanzó un vestido color marfil a la cama, cerca de la muchacha.

- Será mejor que te vistas ahora y bajes al desayuno.- Gruñó, evitando mirarla.

La joven sintió que la cara le ardía más de lo que ya estaba, pero esta vez no era de vergüenza, sino rabia.

- ¿¡Pero qué se cree al darme órdenes?! No me obligue porque estoy en su casa, prefiero ser sincera que verme obligada a tratar con usted.

Él volteó y clavó sus ojos fieros y a la vez heridos en ella. Aun recordaba las palabras de desdén en su carta. Cómo le dolía el que lo tratara peor que una basura... era igual a ella, igual a la maldita de su hermana...

- Mi padre ansía verte ¿te causará tanto pesar? Me sorprende, se supone que eres una señorita bien educada e incapaz de cometer semejante desaire de mal educación... aunque no me extraña...

Kagome encrispó las manos arrugando por completo la tela de su bata, deseó abofetearlo, apenas respiró.

- ¿No le extraña qué? ¿acaso he dado motivos para que dude de mi honorabilidad?

El joven hombre hizo una mueca y estuvo a punto de decir ¿y que tal eso de enviarle cartas clandestinas a un hombre que ni siquiera había sido presentado a su propia familia? Eso no era de hija bien educada, sino que más bien correspondía a una muchacha descocada e impulsiva que no le importaba dañar su "reputación".

Culpable o NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora