#24. Pégame más y chef.

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Pov. Santino.

Nada por aquí.
Nada por allá.
Solo vidrios regados y nieve por todos lados.

Me estoy convirtiendo en un auténtico rapero. Ey you escucha mis rimas, baila con esgrimas.

¿Esgrimas?
¿Qué pedo es esgrimas?

Vuelvo hacía el pequeño cubículo donde dormimos y aviso a mi bella dama que estamos libres de "peligro". Entre comillas.

—Puta madre —murmura al ver los vidrios regados.

Veo que viene solo con Fiorella en brazos, al parecer los niños se quedaron allí.

—Fue lo mismo que pensé cuando ví esto.

—¿En serio nos prestaras una habitación?

—Mi casa queda a su disposición, mi lady —hago una reverencia a lo que ríe de manera sensual.

—¿Me ayudas con la bebé en lo que empaco? Porfis.

—Claro que sí, está niña me ama.

—Como digas —me da la pequeña niña que está comenzando a despertar, da media vuelta y no puedo evitar no ver su precioso trasero que se balancea de un lado a otro.

—Hola, bebita preciosa —le doy besitos en sus mejillas.

—Oda, Tino <<Hola, Santino>>.

Que voz tan dulce y tierna.

Me siento en el sillón y le hago cariñitos durante unos minutos hasta que su madre sale de la habitación con tres maletas y se mete a otra. Le hago cosquillas disfrutando de sus risitas tiernas hasta que una pequeña mano se situa sobre la mía, alzo la vista y me encuentro a un Jhon enojado.

—¿Por qué le haces eso?

—¿Cosquillas? —pregunto y le hago cosquillas a él.

—No, no, a mi no —carcajea queriéndome quitar.

—¿Quién los entiende? Ayer del chongo y ahora risa y risa —me giro viendo a mi preciosa damisela con otras dos maletas.

—Todos me aman.

—Aja, ayúdame a llevar esto al coche —ordena.

Si mami, pégame, azotame. Haz de mi tu esclavo.

Me entrega las maletas y refunfuñando las agarro después de acomodar a Fiorella en el sillón y dejársela al cuidado de su hermano.

Me abre la puerta y saco dos maletas, caminamos hasta su camioneta negra —claramente no íbamos a caber en su carro—, abre la cajuela y pongo las maletas.

Vuelvo a la casa por otras dos maletas y así hasta que se acaban y yo termino con el cuerpo entumecido del frío. Observo que mi sobrino, Jhon y la pequeña Fiorella ya están ubicados en el asiento de bebé y me meto al asiento del piloto. Kathy sale minutos después con un tres bolsos y entra al asiento copiloto.

—Por ésta vez te dejaré manejar, pero para la próxima lo haré yo —ordena, como siempre.

—Si, mami.

Me muerdo el labio seductoramente a lo que ella reacciona dándome un puñetazo en el brazo.

—Oh, si. Pégame más —sigo con el juego.

—Santino, hay niños presentes.

—Pégame más —repiten risueños James y Jhon.

Una carcajada sale de mi interior sin poder reprimirla cuando sus mejillas de hacen sonrojan.

En la tierra como en el cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora