Una rosa en mano

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Mortimer despertaba con tanta calma que cuando tuvo la consciencia, se dio cuenta de que no, no era Marinette, no tenía su cuarto, mucho menos su despertador. Se levantó con prisa, mirando su celular que con suerte logró cargar esa noche.

Habían pasado ya unos días desde aquella hermosa cena de gala en el hotel Grand Paris, donde bailó con la mismísima hija del alcalde. Se sentía confundido, su mente y manos actuaban solos. en tus pensamientos, ella, la más malcriada de la toda la ciudad, aquella rubia con hermosos ojos azules y labios carnosos. 

Corrió hacia su pequeño ropero nuevo. El Maestro Fu le había prometido más ropa de chico, todo con el fin de que no  repitiera tantos vestuarios tal y como lo había hecho toda esa semana. El Maestro Fu definitivamente hubiera sido un buen padre, pues cuidaba a Mortimer cuando su mente se abrumaba y le platicaba hazañas extraordinarias cuando cenaban juntos. 

Agarró una camiseta amarilla, unos pantalones negros y unos zapatos de charol cualquiera en un tono que con luz se veía azul marino, pero que a la más mínima sombra se veían negros. Tomó su mochila blanca y corrió por todo el apartamento, tomando sus llaves y saliendo corriendo de ahí. Debía llegar temprano, porque de otra manera no entraría a la práctica de química que tanto le ilusionaba.

Lo bueno es que no estaba muy lejos.

Unos cuantos minutos caminando junto con otros en los que trotaba fueron suficientes para que llegara; admiró su reloj, maldiciendo por lo bajo haberse quedado dormido: definitivamente había faltado a su práctica de química.

Negó con la cabeza, volviendo a alzar la cabeza derecho como todo el caballero que era. Entró a la escuela, viendo los salones vacíos. El patio central se encontraba tan falto de estudiantes como él de concentración. De vez en cuando, de la nada y sin razón, llegaba Chloé a sus pensamientos para hacerlo suspirar. ¿Acaso se estaba obsesionando? Se negó apretando un puño en que se recargaba su correa que sostenía su mochila. No, no quería enloquecer por Chloé como Marinette lo hacía con Adrien... pero tampoco podía evitarlo del todo.

Miró la hora nuevamente en su teléfono, viendo que estaba a la mitad de la hora para volver a entrar a su  otra clase, y fue por eso que salió hacia la calle, quizá dispuesto a buscar un café para comprar un té o perder el tiempo, tampoco quería irse muy lejos. 

Ahí, en la lejanía, la vio. Con una chaqueta blanca, zapatos del mismo color y un vestido amarillo. Chloé Bourgeois estaba sentada en una de las bancas en los jardines costeros de la entrada principal. Quedó quieto, admirándola desde la distancia, pero cuando menos lo esperó, sus pies se movieron en camino a ella.

Se quedó helado cuando la tuvo a poco menos de un metro de distancia, siendo ella quien giró la mirada para verlo, curiosa. 

—Hola, Mortimer... — saludó ella sin emoción, pero sin motivo explicable, no había molestia o ego en su voz.

—Hola, Chlo. ¿Qué haces aquí?— preguntó el chico, ahora con el tono de voz bajo, intento fallido de que quería susurrar

—Espero a mi chofer.

—¿Por qué?

—No me siento bien— confesó la rubia, desviando la vista hacia sus pies —Tengo... dolores... ya sabes...

Mortimer sonrió. Podía ser un chico en ese momento, pero realmente la entendía. Los cólicos mesntruales golpeaban a unas chicas más fuertes que a otras, pero en definitiva él no los conocía, pero Marinette sí

—Mereces descansar, Chlo—

—Lo peor es que me duele la cabeza, solo quiero dormir un rato

Mortimer hizo una mueca. Al parecer Chloé tenía un bajo umbral al dolor

—quizá... algo te haga sentir mejor

—¿Cómo qué?

—No lo sé— alzó sus hombros —Si necesitas algo, dime

Bourgeois lo miró finalmente con los ojos brillando en extremo, pero con la boca hecha un sello. Había fruncido los labios con fuerza tal que sentía sus dientes. Nunca nadie se preocupaba por ella, a excepción de su padre y Sabrina. Los medios no contaban mucho pues estaba consciente que ser la hija del alcalde era eso, un puesto, no era tanto por ser ella misma.

—Quiero un café— exigió Chloé

—Pero, ¿eso no te empeorará el dolor?—

—Oh, no lo sé—

—Bueno... quizá luego te lleve a un café, ¿sí? 

Justo en ese momento llegó una elegante limusina en la Chloé entró sin despedirse del chico. Mortimer la vio irse con una sonrisa en el rostro y un suspiro del cual no se percató. 

Ahí, entonces, sintió una mano en su hombro. Se volteó con violencia, descubriendo un rubio de brillantes ojos verdes con una mueca 

—Hola, Mortimer

—Hola, Adrien— murmuró el joven de negra cabellera, desconcertado por tener delante de él a quien alguna vez llamó amor platónico

—Quería... pedirte un favor—

—¿Sí, Adrien?

—Verás— Adrien se acomodaba la bolsa mientras daba un corto y extraño suspiro —Chloé me quiere mucho, y yo la quiero a ella. Es una chica un poco pesada con la gente, pero yo soy su único amigo de la infancia. De hecho, te diré algo de lo que he estado hablando con mi mejor amigo, Nino, desde... ya sabes, el baile de la fiesta nacional. Mortimer, no te conozco apenas, pero en realidad nadie de la escuela sabe nada de ti, y creo que todos estamos de acuerdo con que Chloé y yo deberíamos tener..—

—Espera, alto ahí— Mortimer frunció el ceño, alzando la barbilla, entendiéndolo todo —¿Te puso celoso que yo te robara tu lugar en la danza de media noche? Qué egoísta eres, Adrien. Nunca has sentido nada por Chloé, solo te hirió el orgullo saber que otro chico podría quitarte tu lugar. No me alejaré de ella

Agreste frunció apenas el ceño para después hacer una expresión de asombro.

—¿Cómo sabes que siempre la he rechazado, Fu?—

Mierda. "Rápido, Mortimer, piensa..."

—Lo escuché por ahí— suspiraba el chico

—Entonces tienes que estar consciente que yo no soy competitivo porque siempre gano, Mortimer Fu. Siempre gano—

Definitivamente, esa actitud no conocida por nadie le hubiera roto el corazón a Marinette. Agradeció un momento no ser ella.

—Le daré las rosas que Chloé necesite para adornar su jardín— Comentó ya con molestia, cruzándose de brazos y la mirada intimidante

—Hazlo, pero recuerda que las rosas tienen espinas.

Y dicho esto, Adrien se alejó camino a la entrada de la escuela. Mortimer, por su lado, solo suspiró, sentándose en la banca donde estuvo Bourgeois hace unos pocos minutos. Puso sus codos en sus rodillas y maldijo que no estuviera Tikki con él para tener un buen consejo en ese momento.

Pero claro que sabía quien podía ayudarlo.

À l'inverse ; Male!Marinette  {Chloenette} {MLB}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora