El Doctor

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Un típico día en una típica mañana atendiendo a estos mugrosos pacientes. Odio cuando el consultorio está repleto de personas y tengo que fingir una linda sonrisa para verme agradable y amigable y ni hablar de la recepcionista que contraté hace un par de meses.

Atender uno por uno y luego verlos marcharse de mi consultorio es parte de mi rutina. Este patético mundo está lleno de infelices e hipócritas como yo que solo fingimos ser feliz en nuestros malvados trabajos y así seguir con nuestras miserables y aburridas vidas. Tengo el talento para sanar personas pero no significa que sea el propósito de mi vida.

Era de noche y a mi puerta llama un asqueroso joven bañado en alcohol jurando que su apéndice estaba por explotar, al cabo de unos minutos me vomitó encima y el dolor se le esfumó, como odié aquella noche. El olor a vómito lo siento en mi nariz y en mi cuerpo.

La monotonía acaba con nuestras vidas, quisiera poder decirles a esta bola de ineptos que se vayan de mi consultorio y no regresen jamás pero así no funciona el sistema.
En mi interior siempre fui un amargado pero a los ojos de las personas soy alguien agradable y los demás no notaban mi existencia a menos que les doliera algo y vengan a consulta.

Es agradable no tener a nadie especial y no ser especial para nadie, ni para mis padres, agradecí cuando murieron. Vivian para criticarme y decir que mi vida no tenía sentido.

Solo quiero ser reconocido como un buen doctor, ganar medallas, sacos de dinero y darle la mano a esos mediocres burócratas, en cambio soy un patético doctor de esta maldita cuadra en un pueblo que ni se ve en el mapa.

Los inútiles sin importancia son los más adinerados y viven como les da la gana en sus castillos, mientras que yo vivo en una pocilga.
Todo mi odio y la injusticia que he pasado tal vez la paguen esos estúpidos alcahuetas que están amarrados en mi sótano. Son los ricachones de este pueblo al que todos extrañarían.

Qué alivio siento cuando por fin se van todos esos niños mocosos, rezaría para que la epidemia fuera más fuerte y se los lleve a todos.

Camino hacia mi sótano y me encuentro a estos millonarios deshidratados de tanto llorar, me dan pena. Quieren gritar al verme entrar pero la mordaza en sus bocas está muy apretada y se los impide.

Hace tanto tiempo que no cojo un bisturí para operar, pero esta noche lo usaré para sacarle las uñas a estos malditos degenerados.
Me acerco a uno de ellos con el bisturí en la mano y empieza a chillar como un puerco cuando le dan un palazo en la nuca sabiendo que llegó su hora.

Introduzco el bisturí en la uña de su meñique, no sé por qué pero me causa satisfacción empezar por el meñique. Remuevo la uña con tal delicadeza que queda intacta. El placer que me da ver sus ojos llorando por el miedo y por el dolor es indescriptible, es como si de éxtasis se tratase. 
Por primera vez en toda mi repugnante vida me estoy sintiendo vivo. Saco una y luego saco las otras uñas de este idiota llorón para luego atravesarle un pulmón con mi cuchillo.

Es muy divertido presenciar como se esfuerza por respirar con un pulmón totalmente colapsado. Lo apuñalo el otro pulmón y es mucho más divertido, quiero reírme a carcajadas pero seguramente mis vecinos chismosos me escucharían, ya llegará la hora de esos entrometidos.
Tal vez lo maté muy rápido, me voy a procurar de que los otros sujetos sufran aún más.

Me volteo para examinar a los demás y noto esa palidez en sus rostros que me fascina, claramente están asustados y eso me hace sentir feliz.
Dirijo mi cuchillo al hombre que no puede levantar su cara y recuerdo que fue muy difícil traer a este para acá. Le di varios golpes en la cabeza para dejarlo inconsciente y creo que por eso no ha despertado más.
Mi cuchillo en su mano lo hace volver en si, con cada corte que le hago hace un gesto que me agrada.
Lo apuñalé unas sesenta veces o más y seguía haciendo ese gesto pero sin despertar. Ni estaba consciente cuando tomó su último aliento, que perdida de tiempo me dió este tipo.

Estaba cansado y agotado pero quería seguir cortando y torturando.
Quedan cuatro personas en este sótano y camino hacia este sujeto que al parecer ya no tiene lágrimas en sus ojos, no está sintiendo miedo al tenerme tan de cerca.
Confirmo que si siente dolor porque hace el mismo gesto que hacían los otros cada vez que le desgarro unas cuantas uñas, sin embargo el miedo de sus ojos se esfumó. Este tipo se rindió a la vida y sabe perfectamente que en algún momento lo voy a matar y se dijo a sí mismo que para qué debería luchar. Me hace sentir confundido, voy a dejar a este tipo para matarlo de último y que presencie todas las muertes de los demás ricachones. Cuando decido ir por otra víctima siento un gran golpe en la cabeza.

En el suelo me siento mareado y desorientado, logro ver a la esposa del tipo ricachón que maté hace rato, ella tiene una madera larga y gruesa en sus manos seguramente fue con eso que me golpeó.
¿Cómo rayos ésta estúpida logró soltarse? ¿Acaso no la sujeté bien? ¿En dónde consiguió esa madera?
Veo mucha sangre y creo que es la mía, mientras me hago todas estas preguntas siento como ella me está destrozando el cráneo con esa enorme madera.

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