Ch4 "La pluma plateada"

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Iban caminando por los parajes de Hogwarts, dos personas abandonaban el castillo dirigiéndose despacio hacia los carruajes que llevaban a Hogsmeade. Los cristales de las ventanas resplandecía con la luz de la mañana, aún a mediados de Octubre seguía haciendo ese aire veraniego, pero pronto tapados por la desolación del el otoño, llegaría el frío y abstracto invierno, la época en la que los recuerdos del pasado y las épocas de felicidad se hacen más crecientes, y la navidad daría paso a una hermosa primavera donde las flores nacería llenando los extensos prados de Hogwarts de cantidad hermosas plantas que daban vida a ese lugar, luego volvería el caluroso y afable verano con las risas de la gente, las vacaciones sin sentido y las caras melancólicas de no ver a las personas que te aguardan hasta que finalice esa estación, un sinfín de vueltas daban esas estaciones, llegando al momento en el que nos encontramos, un placido día de Otoño, en el que el sol resplandecía como si fuera verano.

Los carruajes estaban en la puerta sur del castillo y allí se encontraban ellos, la chica de cabellera rubia mirando a lo que se suponía que había entre los carruajes, cualquier alumno normal te diría que ahí no había nada, solo algo que hacía que esos carros se movieran, pero la chica que miraba ese lugar no era normal, ni mucho menos el joven que estaba a su lado, los dos veían exactamente lo mismo, por que durantes sus vidas, habían presenciado frente a sus ojos el perder a un ser amado. La chica se acercó hasta ese lugar y posó su mano en la cabeza de aquel animal de color negro, parecido a un reptil mezclado con caballo, tenía un par de alas y su pelaje aunque escaso era suave, un thestrals, era exactamente lo que la chica acariciaba, mientras el muchacho sonreía débilmente

- Los thestrals son unos animales muy inteligentes - se acercó - al parecer le agradas Luna.

- A este - separándose - lo conozco desde el tercer año que estuve aquí, no se como se llama, yo le he puesto Tauro - rió - como la constelación.

- ¿Te gusta astronomía? - levantando una ceja.

- Me atrae, las estrellas guardan muchos secretos - mirándolo - las constelaciones son muy hermosas, ojala tuviera una carta astral - suspiró - pero no se puede tener todo en esta vida¿no crees? - apoyándose en la ventana para subir al carruaje.

- Muy cierto, nada dura eternamente - viendo como Luna subía - pero tampoco nada es imposible, seguro que algún día consigues eso - subiendo después de ella.

- ¿Tu que deseas Harry? - sentada en el lado derecho mientras él iba en el izquierdo - ¿qué querrías desear si fuera posible? - parpadeó - no vale mentir.

- Pues yo... si pudiera pedir un deseo... - meditó un poco - sería que Voldemort jamás hubiese existido, así nada habría pasado, mis padres no estarían muertos, no tendría esta cicatriz, no sería famoso, Sirius no... - bajó la cabeza - no hubiera ido al departamento de misterios por mi culpa... y... - notó como una mano se posó en su hombro.

- Te he dicho que no es un adiós, no te culpes por algo que no sabías que iba a pasar Harry - entrecerró los ojos - no tienes la culpa de que Voldemort exista, ni la culpa de que quieras salvar a las personas que te importan, aunque arriesgues tu vida, no es tu culpa eres así, no hay otra explicación - le miró con una sonrisa - así que no te aflijas ¿de acuerdo?.

- Está bien - asintió - no hablemos de cosas tristes - levantó la cabeza - ¿ese colgante es nuevo? - observándolo.

Ella sonrió mientras se quitaba el colgante y empezaba a contarle a Harry lo de la noche anterior, el no creía que ella estaba loca, y eso hacía que confiara en él. La noche anterior sueño o no, sabía que ese colgante era real, y los Merflín al igual que eso, por que si se los habían dado ellos. Detalló como eran y donde los había encontrado, sus palabras eran tan elocuentes, tan libres, tan normales. Hablando de un tema, entre amigos, él la miraba y sonreía mientras le pedía que siguiera estaba interesante, la soltura de Luna al hablar de esas cosas y Harry escuchando atentamente como se expresaba, era un momento que Luna muy pocas veces había experimentado. Hablar sin que te lancen una mirada objetiva, de que te ignoren o simplemente que se burlen de lo que dices, no era lo que ocurría en ese instante. Era una charla, entre amigos, guardando secretos, contando anécdotas, riéndose de cosas inverosímiles e inventándose otras pocas, solo eso... Sin recriminatorias, sin abucheos, Luna se sentía muy tranquila en ese momento, una paz que encontraba en su habitación tantas veces que lo había necesitado.

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