Polvo de Estrellas

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Mu salió de una modesta habitación. Dejó a Shunrei dormida dentro y al ver el rostro preocupado de Shiryu, se apresuró a tranquilizarlo. Se sentó en una almohadilla frente a él y se acomodó la manta a falta de su saco tibetano.

A continuación desvió la mirada hacia Shaka: sentado en posición de loto, vestía una delgada túnica blanca junto a una remera del mismo color debajo. Absorto en su vigilia, rechazó acompañarlos en la cena, la mirada fija en el jardín. A pocos centímetros de distancia, Kiki lo imitaba: desde que ingresó no le quito los ojos de encima y lo acompañó en todo momento. Mu apoyó un codo sobre la mesa para descansar la barbilla en la palma  y siguio contemplandolo, preocupado por lo desabrigado que andaba.

Continuaba algo perdido por los cambios físicos que lentamente empezó a notar en Shaka. Por todo lo que había pasado en los últimos años no se había percatado que se habían hecho adultos... tan rápido.

Lo recordó de pequeño; el niño de tierras lejanas que por incomprensión se apartaba del grupo para pegarse a su lado, en busca de proteccion, eso creia. Sumergido en profundas meditaciones cuando lo dejaba solo o no tenia nada más que hacer. No había cambiado en ese aspecto pero sí bastante en otros: Irradiaba mucha luz, su aura era más grandiosa e iluminada de lo que recordaba en el pasado. Su cabello, más cuidado y largo, tanto que al estar sentado alcazaba a tocar el piso, intrigado, lo queria tocar con el fin de comprobar si seguia tan sedoso como recordaba.

—Últimamente se ha sentido asi y la comida al parecer le cae mal. La sopa que preparaste fue lo único que pudo comer sin que lo devolviera —dijo en Griego al distraído pelilila—. Seguramente es porque extraña al viejo maestro, se preocupa mucho cuando no está —completó el portador del dragón.

Aquel comentario fue suficiente para sacar a Mu de sus viciosos pensamientos, tanto que le provocó una sonrisa chueca: su "cuñastro" no podía ser más ciego de lo que ya estaba.

Kiki permanecía sentado cerca del rubio, en la misma posición de loto, tuvo cuidado en copiar a la perfección los curiosos mudras*.

Shaka movió sus manos nuevamente y adoptó una nueva forma en completo silencio, Kiki lo imitó torpemente al unir sus dedos: Lo observaba con gran interés pues no conocía a muchas personas y el rubio le resultaba, fascinante.

El virginiano no parecía inmutarse por la cercanía pero en el fondo le hubiese gustado estar más alejado, sobre todo que respetara más su espacio personal: que lo mirara e imitara mal a medida que aumentaba la dificultad en las manos lo empezaba a irritar. Aunque debía admitir que el niño aprendía rápido.

—Iré a ver a Shunrei antes de dormir, maestro Mu —dijo el moreno y juntó la palma de una mano con el puño en forma de agradecimiento, no solamente por la cena sino por las atenciones hacia la joven —No hace falta que lo diga pero siéntense como en su casa.

—No te preocupes, Shiryu. Es mi segundo hogar.

Se sirvió un poco más del té de manzanilla que había preparado para tranquilizar a todos. El encuentro con los espectros los había alterado, menos a Shaka, la excepción.

—Lo sé. Conoces la habitación, y las aguas termales están a su disposición si gustan purificarse —dijo Shiryu. Hizo nuevamente una reverencia más hacia los dos Santos y se retiró.

Pasaron los minutos y el reloj de pared oriental marco las 19hs. Kiki seguía copiando con suma concentración al sexto caballero que había elevado la dificultad en los mudras, apenas podía seguir el ritmo mientras que Mu, sereno miraba cada tanto al par, como si se tratara de algo que hacían juntos a diario: era algo irreal pero de alguna manera la fantasía le agradó.

Shaka giró la cabeza hacia el pelirrojo y sin abrir los parpados corto cualquier rastro de esa mágica escena.

—Si lo vas a aprender al menos hazlo bien—corrigió con voz fría al ver los dedos mal entrelazados: su intensión no fue asustarlo.

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