Ah como me ha gustado este anime (no leo manga xD) es encantador en toda su crudeza.
Pese haberlo terminado hice mis investigaciones a parte sobre el misterio que rodea la muerte de Yugi Amane (amo!), al parecer solo se sabe que se suicidó tras asesinar a Tsukasa
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Transición
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Duerme sin sueños el tránsito completo de los astros. Una y otra vez las estaciones encadenadas hasta que despiertes.
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Todo está en silencio, el reloj no se mueve. La madera del tatami absorbe los sonidos, aísla el aula vacía para que nada entre y nada salga, como si el marrón que cubre las paredes de estanterías llenas de libros se tratara del interior de un cofre de los secretos cerrado herméticamente para nunca más ser abierto. La atmósfera se queda quieta, transparente, casi sólida por un segundo.
Las ventanas del salón muestran el jardín plagado de plantas mustias; un jardín gris, muerto, vacío de sentimientos. Puede que los pocos que quedaran se los esté llevando la lluvia otoñal que arrecia y lo empapa todo. No se oye el trueno, pero el relámpago que cae del cielo aterriza certero sobre un árbol en el camino que cruza hacia los amplios jardines de la Academia Kamome, y lo hubiera prendido en llamas si las nubes enfadadas no estuvieran descargando toda su furia negra entre estos momentos.
Dentro de la habitación, el único punto de calidez procede de la tímida llama de dos pequeñas velas de color lavanda. La diminuta pincelada de color no ayuda a cambiar la soledad, el arrepentimiento y la desolación que casi parecen brotar profusamente de las vetas de la madera, de los pequeños espacios que hay entre pupitre y pupitre, de las grietas de algunas desgastadas sillas como una marea de arena delgada pero imposible de parar y que asfixia a la vida misma. La piedra lunar descansa tranquila sobre uno de los alfeizares de la izquierda ──no muy lejos de las velas── parece no inmutarse ante el aleteo sutil de la mariposa que nada mueve pero todo destruye en el interior del cofre de los secretos. Suaves anillos de azúcar, dulces por la adoración recibida, picantes por las decisiones tomadas, amargas por el dolor infligido. Están fríos desde hace tanto tiempo que el reloj es incapaz de contarlo. Congelado.
Una gruesa capa de polvo lo cubre todo y flota inocente en el aire, cobijando con éxito un dolor escarlata que aunque nunca gritado parece retumbar en las paredes con la fuerza de mil tormentas.
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Una mano pálida de dedos largos y finos se posa con delicadeza sobre el cristal nublado. Hace mucho que el color desapareció de su interior para ser reemplazado por una niebla espesa y negra de soledad, tristeza y melancolía más pesadas que cualquier metal.
Por sus afilados pómulos corren lágrimas negras, tan negras como los pensamientos que le pueblan la cabeza. Ya no consigue traer de nuevo a su memoria esos momentos en los que los recuerdos eran los fragmentos hermosos y coloridos del universo, sueños brillantes, esperanzas ingrávidas e ilusiones estelares, jirones de vibrante felicidad que nunca tuvieron cabida en su mundo. Ya no recuerda nada de eso porque todos esos retales se perdieron con el viento gris de la tormenta que arrasó con todo.
Llora y no sabe por qué, surcos de color azabache contrastando con el blanco níveo de su piel y goteando en el suelo. Las gotas de tinta no manchan, como si en realidad no existieran.
Esos dedos finos dejan un rastro alargado en el cristal al deslizarse sobre él y limpiar el vaho que la baja temperatura provoca. Pero solo por un segundo, porque un instante más tarde todo vuelve a la normalidad, como si nada hubiera sucedido y ninguna mano hubiera estado jamás allí posada.
Y es cierto, porque los fantasmas no hacen otra cosa que vivir anclados por toda la eternidad en el sitio en el que murieron hasta que olvidan que una vez fueron humanos, hasta que olvidan todos sus recuerdos y se convierten en un mero cascarón oscuro de lo que una vez fue y que nunca más podrá ser.
La solapa de la chaqueta negra se abre en el lado izquierdo bajo el agarre de dedos mortecinos y dejan ver la camisa blanca que lo cubre. Una mancha de roja y furiosa muerte donde su corazón debería estar lo hace preguntarse por enésima vez qué pasó.
Una mirada rápida a un pupitre de madera donde un cuerpo yace vacío le da una respuesta que jamás comprenderá.
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Me ha gustado imaginar la forma en que pudo quitarse la vida, que pudo habérsela arrancado con el mismo cuchillo con el que mató a su hermano (muy a lo Romeo y Julieta, en el corazón... como un simbolismo a su dolor).
Y su transición hacia la muerte, como fue perdiendo sus recuerdos, aunque estos seguirían lacerando como una herida que sangra a ratos por toda la eternidad... (sobre todo al toparse con Tsukasa)
...Ok ya xD
¡Perdón por los fallos y gracias por leer , comentar y votar!
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Transición
FanfictionRecuerdos difusos quedarían marcados en su alma con una tinta que no mancha. Lacerantes. Eternos ¿Como dejó Yugi Amane de existir para solo pensar? [Viñeta introspectiva] [HanakoCentric!]