Capítulo 36→ Estoy roto.

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Esta vez no traía nada en los bolsillos, absolutamente nada, si me asaltaban no se podrían llevar nada, aparte de su lastima hacía mí, claro.

Eran las 11:30pm, lo que significa que en tan sólo en unos minutos se cumplirían 10 años de la muerte de mi madre.

Todo fue muy involuntario, caminé hasta el panteón de la ciudad, y me dirigí hasta donde estaba ubicada su tumba.

Todavía a unos metro, una voz hizo que me frenara en seco. No creía en fantasmas, pero en ese momento deseé hacerlo.
Frente a la tumba de mi madre había algo aún peor; mi padre hincado mientras lloraba.

–Por favor, Claudia– Sollozó. –Tú más que nadie sabes cuanto lo quiero–

Y sí, justo ahí entré en pánico, probablemente estaba hablando de mí, y no me parecía muy sincero ir y abrazarlo, no sentía ni me nacía tener esa clase de afecto.

Dí uno, cinco y diez pasos más, me paré detrás de él y toqué su hombro. Giró su rostro, y casi puedo jurar que había una sonrisa ahí, como si supiera que iría.

–¿Eh.. estás bien?– Articulé a duras penas.

–Sí– Era inevitable no ver todas las lágrimas en sus mejillas. –¿Qué haces aquí? Es muy tarde–

Se levantó del suelo y se quedó mirándome. Todo era confuso, parecía que me esperaba, pero a la vez había asombro en sus ojos.

–Quise venir a verla– Sonreí hacía su tumba.

–Yo también– Sorvió su nariz con una sonrisa triste. –Perdóname– Soltó.

–Te perdoné hace mucho– Seguí viendo sus ojos. –Pero no quieras que las cosas sean como antes de su muerte–

–Sólo.. ¿no quieres volver a la casa?– Preguntó, y siendo sincero, me parecía muy lejana esa posibilidad.

–No. No quiero volver a tu casa– Afirmé. –Mañana, ¿Habrá la misma misa de siempre?–

–Sí. Tus abuelos hablaron contigo, ¿No?–

–Algo así, sólo quería confirmar– Suspiré. –Es tarde, ¿porqué no vas a casa?–

–Quiero estar unos instantes más con ella– Me observó por unos instantes y volvió a girarse frente a la tumba. –Supongo.. que esos ojitos tristes no son sólo por tu madre–

–Lo son– Afirmé, queriendo que fuera verdad.

–En tus ojos hay mal de amores– Sonrió. –Es por ese chico.. ¿Hale?–

–¿Qué? No soy gay–

–Nunca dije que lo fueras. No tengas miedo en decírmelo, se que no soy el mejor padre, pero jamás te juzgaría..–

–Es por una chica. Lydia– Contesté un poco inseguro.

–¿La hija de Nathaly?– Asentí con la cabeza. –Ella es una buena chica, ¿No te corresponde?– Inquirió un poco más bajito.

–Sí, lo hace– Sonreí.

–¿Entonces cuál es el problema?– Había confusión en su rostro.

–Yo, yo soy el problema– Susurré. –Estoy podrido, jodido. No voy a arruinar ni seré la causa por la que ella posponga su vida. Ella es demasiado buena para mí–

–No pienses así, eres una gran persona y... –

–No lo soy. Ya ve a descansar– Despúes, solamente con un murmuro dije. –Por favor–

•••

Salí rápido de ahí, corrí y corrí.

Todo parecía tan difícil, sentía que me ahogaba, que poco a poco me hundía más.

¿Amor? -Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora