Capítulo 110: Yao-Lee.

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Ahora vamos con un capítulo muy especial, esta vez desde la perspectiva de un personaje tan importante para la historia y tan dejado de lado que básicamente sólo ha sido mencionado por otros personajes. 



A la mañana siguiente Mei se encontró sola en la habitación, volteó en todas direcciones aún adormilada pero no había ni rastro de Yao. Sin embargo él la observaba desde la lejanía, con rostro sereno y perspicaz. En cuanto se aseguró que Bai-Tsao se encontraba a su lado se retiró y se apresuró ir donde Da-Xiang. Entró silenciosamente por la ventana y permaneció ahí por un momento.

—¿Sabes para qué sirven las puertas, verdad? —exclamó el hombre malhumorado.

—Entrar por castillo es más lento —argumentó Yao en su defensa —. ¿Qué has averiguado?

—Saludar primero no te hará daño, Yao —Da-Xiang se encogió de hombros.

Da-Xiang se alejó de su mesa de trabajo, dejó sus herramientas a un lado, levantó los lentes de soldadura que tenía en el rostro y observó a Yao-Lee con detenimiento.

—¿Qué? —preguntó Yao-Lee.

—Es muy inusual verte tan interesado en algo.

—Sólo cumplo con mi deber.

Como responsables del departamento de investigación, Yao y Da-Xiang habían formado un lazo de algo parecido a amistad y aunque el primero había decidido cambiar las herramientas por armas seguía estando muy presente en el trabajo de Da-Xiang.

—Aja... —Da-Xiang suspiró —. Hace quince años intentaron matar al rey y tú apenas te moviste. Pero ahora, el ataque a la princesa no es público y tú ya estás por dar con el criminal.

—¿Qué tratas de decir? —Yao-Lee no ocultó su disgusto.

—Nada, absolutamente nada —Da-Xiang señaló una mesa cercana —. Ahí está la dirección y nombres que querías.

—¡Bien! —Yao tomó un papel sobre la mesa y volteó a la salida —. Gracias.

—Sabes que confío en ti, pero... —Da-Xiang miró a la ventana con algo de preocupación pero Yao-Lee ya se había ido —. Ten cuidado...

...

La información de Da-Xiang lo llevó hasta las afueras de la capital del lado norte, lugar que fue prácticamente abandonado al finalizar la última guerra, por lo que era muy frecuente que se reúna gente de mala calaña.

El Xing long se movía con sigilo, cuidadoso de no ser descubierto, tomó una vieja manta y se la colocó sobre la cabeza y hombros para pasar más desapercibido y se ocultó en un callejón a esperar su oportunidad.

Pocas horas después como decía la información de Da-Xiang, un hombre sospechoso pasó frente a él. El ocaso ya comenzaba y Yao sonrió, pues sabía que pronto las sombras serían sus aliadas. Disimuladamente seguía a aquel hombre sospechoso, manteniendo siempre la distancia pero sin perderlo de vista. Al cabo de un rato llegaron a un gran, viejo y abandonado edificio al extremo del pueblo, muy antiguo, probablemente más que el mismísimo rey y sus guardianes más viejos.

Yao esperó el momento y se infiltró en el lugar con los últimos rayos de sol que se perdían en el horizonte. Así fue mucho más fácil pasar desapercibido, aprovechando los escombros y basura del lugar como camuflaje. Algunos pisos arriba el sujeto se encontró con varias personas, todas de diferentes lugares de Xing, Yao reconoció los rasgos morenos del extremo hacia la muralla, la vestimenta ligera de los habitantes de la costa y el cabello ornamentado de los distritos más al sur de Xing. Semejante reunión puso en alerta al guardián, si bien Xing se consideraba reino, la verdad es que como imperio dejaba mucho que desear, siempre con problemas políticos entre sus diferentes regiones, lo que no hacia raro ver enemistades entre ellos. Guerras y conquistas entre los mismos no eran raras en otros tiempos, pero una reunión sin orden del consejo o el rey, Yao comprendía que eso sólo podía significar problemas.

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