Capítulo 114: No me rendiré.

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Yao cargó de frente contra el gran número de enemigos que se acercaban rápidamente. Dos dagas se formaron en sus manos y comenzó a cortar a sus oponentes uno a uno con una mirada despiadada y una sonrisa siniestra. El primer muerto cayó al suelo con un rostro de incertidumbre al no poder activar su magia y Yao hundió la hoja en su pecho sin dudar.

Un dragón color púrpura sacudió su cola y lanzó a Yao contra la pared. Sin equilibrio y muy desorientado, un montón de enemigos saltaron sobre el para impedir que se volviera a levantar. Los ojos del dragón se volvieron carmesí mientras era aplastado y una explosión de oscuridad apartó a todos. La forma híbrida de Yao no causó efecto alguno en sus enemigos, pequeño y de aspecto frágil no parecía una verdadera amenaza.

—¿Yao? ¿Qué ocurre? —preguntó Mei apoyada en una pared —. ¿Te encuentras bien?

El guardián ignoró a la princesa, lanzó una risa un tanto malvada, extendió los brazos para provocar a así enemigos y comenzó a emanar magia en grandes cantidades.

—¿Pero que tenemos aquí? —preguntó una voz.

—¿Quién está ahí? —preguntó Mei alterada.

—Nadie en especial mi princesa, sólo unos hombres con suerte.

Varias risas preocuparon a Mei, la que retrocedió y cayó al suelo al resbalar con una madera suelta. Se arrastró por la tierra tanteando el terreno, uno de sus perseguidores la atrapó y colocó un cuchillo en su cuello.

—No haga esto más difícil, si copera no le haremos daño.

—¡Rakshasa: Gran arco mata dragones.!

Entonces, varias flechas atravesaron al sujeto y cayó muerto al instante sobre Mei, Yao rugió cerca de ellos y disparó más fechas contra los atacantes. Todos perecieron y Mei palpó la sangre antes de ser absorbida por la tierra. Un sentimiento de impotencia invadió el corazón de la princesa, gracias a ella estaban ahí y era nada más que peso muerto para Yao. Entonces recordó su magia, la implacable magia del edén que perteneció al primer rey dragón y forjó los cimientos de Xing.

—No me rendiré... por nada del mundo.

La princesa se retiró su desgastado calzado y tocó la tierra con sus pies. Se inclinó y colocó sus manos en el suelo.

—Haré de este mi espacio... —un delgado campo de magia del edén comenzó a extenderse en el perímetro de Mei —. No seré una carga para Yao, nunca más.

Tal como supuso, al extender un campo de magia era capaz de percibir las cosas a su alrededor, objetos, paredes, seres vivos. Ella tardó un poco en acostumbrarse pero la situación la obligó a sacar el talento UE nunca desarrolló y despertó el poder dormido en su sangre. Dos hombres más se acercaron pero ella esquivó y los noqueó fácilmente con su gran fuerza, pues al verse tan indefensa era muy fácil que todos se confiaran en exceso. Tardó unos minutos en reconocer los movimientos de Yao, danzando, siempre en movimiento, muy elegante y ágil, completamente diferente a la forma bárbara y ruda de sus enemigos. Así, Mei comenzó a pensar como podría serle de ayuda a su compañero.

Un enorme dragón se abalanzó sobre Yao y este apuntó con gran destreza su arco. Disparó tres flechas y cada una acertó en la cabeza de la bestia muy uniformemente. Poco a poco el número de enemigos se reducía, aunque también le ocurría lo mismo a la energía de Yao.

Entonces cometió un error fatal y dejó una apertura que los enemigos aprovecharon bien, uno en su forma híbrida embistió y Yao trató de esquivar retrocediendo sin ver que se encontraba rodeado. Sorpresivamente un portal del edén se abrió detrás suyo y tragó al guardián rápidamente, moviéndolo lejos de la multitud. Yao dirigió su mirada a Mei y está asintió con fiereza en el rostro.

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