El tiempo en el desierto era inexistente, no recordaba si aquél encuentro con el anciano moribundo fue hace un minuto o hace una semana. El pobre no había traído suficientes filtros para su máscara antigas y yacía decrepito a un lado del camino, podia ver en su arrugado rostro la accion de las particulas radiactivas destruyendo sus organos vitales. Aun así, con sus últimas fuerzas logro darme esperanzas, me contó de una maravillosa ciudad que habia resistido al apocalipsis causado por el hombre, una ciudad con una tecnologia sorprendente que permitía purgar la radiación y hacerla habitable. En ella residían todos los supervivientes, trabajando juntos para recrear el mundo.
No necesitaba oír mas, tome mi pesada mochila llena de cosas innecesarias (por ejemplo libros) y me dirigí hacia el oeste, hacia la ciudad mágica. A través del visor de mi máscara brillaba la esperanza, cada segundo en el que mis pesadas botas aplanaban la arena me acercaba más a mi tan ansiado destino.
Aun con los vidrios rajados y oscurecidos podía ver como el sol abrasador teñía las dunas de un rojo-anaranjado mientras estas daban un dulce y silencioso canto de sirena que se confundía con el rozar de mi capa hecha jirones...
... Fui un hombre importante, uno de los más importantes, mi vida se dedicaba al trabajo. Ayude a muchas personas y gane muchos premios y reconocimientos. Fui un hombre digno y honorable, solo cometí un error, el error más grande que puedo imaginar. Ahora no queda nada del pasado, ahora todo es polvo que puede matarte en segundos al tocarlo.
Mis piernas dolían, pero era un movimiento mecánico que no podía parar. A cada paso la imagen de una pequeña torre en el horizonte se hacía más y más grande. Más y más grande... Hasta que sin darme cuenta estaba de pie ante la gran puerta de bronce y plata que me invitaba acogedoramente a entrar. Pase corriendo la puerta con una gran sonrisa oculta por mi mascara cuando un clavo oxidado desgarro mi traje antiradiacion en el brazo derecho hasta el extremo de poder ver mi propia sangre saliendo por él.
Bah! ¿A quién le importa? Ahora estoy en la gran ciudad libre de radiación! Con sus hermosas calles desiertas, sus tiendas llenas de polvo, sus transeúntes congelados en una eterna pose de terror intentando escapar... ¿Pero que estoy diciendo?! ¿Acaso me he vuelto loco?! Si todos ellos siguen alli! Reí estrepitosamente y pude ver a todas las personas de alta cuna y sus mascotas caminando para comprar en las tiendas, como si nada hubiera sucedido. Todo era hermoso.
-Buenos días señor, y buenos días también a usted señorita, creo que hoy tomare un café. -Comencé a saludar a los fantasmas del pasado mientras me paseaba por la espléndida ciudad. Había carteles de todo tipo, uno particularmente gracioso decía: "Bienvenido al lugar de la futura construcción de la Torre de creación del Jardín del Edén". Pffft, cartel tonto, esa torre se había construido hace mucho y por eso la ciudad tenía aire puro.
Maldición, me sentía muy cansado. Me quite la máscara y me senté un banco cercano. La luz del ocaso parecía atravesar como la lanza del destino a un fantasma en particular, me resultaba familiar. Era una niña, y tenía una sonrisa inocente en el rostro que complementaba a la perfección con sus ojos de felicidad, su vestido y su largo cabello negro ondulaban ante la calidad brisa del desierto que anunciaba que la noche helada se acercaba.
- Lo has hecho muy bien Papa! -Dijo el fantasma con una dulce voz que lleno mi cuerpo de una sensación cálida que nunca conocí antes. -Podremos jugar ahora? O será que hoy también debes trabajar?
- No... Papi ya no tiene que trabajar más. Hoy haremos lo que tú quieras -Creo que se llamaba felicidad. El fantasma se me acerco para abrazarme y cerré mis ojos por última vez, ahora tendría tiempo para enmendar mi error.
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Relato Post-apocaliptico N°1
Short StoryUn pequeño cuento terriblemente mal escrito ubicado en un futuro apocaliptico.