Confesiones de invierno

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El despacho de Minerva McGonagall se encontraba lleno como pocas veces.
Las luces de las velas no alcanzaban para reflejar con claridad las expresiones en los rostros de los presentes, pero el silencio tenso parecía decirlo todo.
Albus Dumbledore miraba por la pequeña ventana los terrenos del colegio y la profesora no sabía si interrumpir sus pensamientos, por suerte desde la oscuridad, el señor McDonald lo hizo.

- ¿Cómo fue, Minerva? - La profesora dejó de mirar al director y respiró hondo antes de comenzar.

-Sirius Black, su amigo, lo encontró en la Sala de Trofeos... fue una suerte, Ansel. Lo arrastró hasta la salida y gritó pidiendo ayuda...Tiene heridas leves, el maleficio no fue fuerte. Parecía... Parecía que nunca lo habían usado - la voz de la profesora McGonagall era puro nervio.

-Nuestras querida Madame Pomfrey se ha hecho cargo de ello...- dijo suavemente Dumbledore.

-Por supuesto, señor director... Pero lo repito, nunca vi esas heridas... en años de servicio - chilló Madame Pomfrey. El director le sonrió agradeciéndole y volvió a mirar por la pequeña ventana.

-Potter se niega a decir quién fue... Dice no llegó a ver bien, pero mantengo mis dudas...- McGonagall se dirigió directamente a Dumbledore.

-Es un Gryffindor - interrumpió Ansel - Ese orgullo se siente desde Londres ...

-Y, aun así, el silencio no es tiempo perdido, Ansel - dijo sabiamente Dumbledore - ¿Madame Pomfrey, sería tan amable de ver si el señor Potter necesita algo...? - La señora frunció el entrecejo porque era una clara indirecta de qué querían hablar a solas. Asintió con la cabeza y se marchó murmurando Estos adolescentes van a terminar matándose ¿Y quién los tendrá que curar? ¡Yo!

-Albus... ¿Fue por un simple duelo...? - preguntó tímidamente Minerva. El director la miró con sus ojos penetrantes y negó despacio con la cabeza

-Me temo que no, mi querida Minerva...Pero tendré que hablarlo directamente con el señor Potter...

-No podríamos ahorrar un par de horas si me acercará...- comenzó Ansel

-No - dijo tajante el profesor levantando una mano. El señor McDonald sonrió fríamente - Levantarás sospechas... quién esté detrás de eso seguirá en el anonimato...

- ¿Quieres alentar estos ataques, Albus? - preguntó asustada la profesora

-Por supuesto que no, Minerva ...Pero darle entidad, sería fomentarlo.

El señor McDonald salió de la oscuridad de su sillón y pasó por al lado de Dumbledore susurrando

- Te lo advertimos... ¿La segunda es la vencida o tenemos que esperar una tercera...?

-Que la sed de sangre no nuble tu juicio, mi buen amigo...

El aire se tensionó y McGonagall no sabía qué hacer: miraba al director y a Ansel incapaz de decir algo. Ansel estuvo tentado de contestarle, pero decidió cruzar la sala con paso decidido, haciendo sonar las cadenas que colgaban de sus pantalones.

- ¿Ansel...? –

-No te preocupes Minerva, debo irme... En la radio pasarán el recital de Los Ramones... te lo recomiendo.

Albus Dumbledore parecía jugar un juego con todos.
Era una suerte que podía comunicarse con Legeremancia con el señor McDonald, porque había cosas que Albus no quería decir en voz alta. Todo lo dicho, quería decir lo contrario y Ansel solo siguió ese acting, porque en su mente tenía la voz de Albus y sabía lo que tenía que hacer.

El castillo se estaba llenando de potenciales Mortifagos, pero el Ministerio tenía un ojo y Albus no permitiría la intervención... la idea de usar títeres y conseguir algún posible infiltrado, no parecía mala idea.
Plantó una semilla, sin saber que años más tarde tendría su fruto.

Merodeadores superando las expectativasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora