Capítulo 24. Agua

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—Unos cuantos pasos no estarían nada mal —respondió la chica a mi lado.

Sonreí, aunque la situación estaba fatal.

«Vamos a ver qué es lo que puedes hacer», pensé, observando mi arma.

Realmente mi padre no había entrado en detalle sobre la espada de Hekla. Solo sabía que era un arma increíblemente equilibrada y ligera.

Otra ola mojó la cubierta y reaccioné. Preocuparme sobre lo particular que tendría el arma no era la prioridad, así que concluí en atacar como si fuera una espada cualquiera.

Lo peor de todo era que no se podía ver nada, excepto por aquellos momentos en los que el fuego de los sangre azul iluminaba el barco, pero después de la muerte de uno, bueno... no ayudaba mucho.

Mientras buscaba al enemigo, con algún otro sentido que no fuera la vista, un golpe de agua me impactó.

—Pero... ¿qué? —murmuré al sentir el baño de agua gélida.

Miré a mi alrededor, buscando más olas gigantes mojando a los demás tripulantes, porque si nada más me habían mojado a mí, entonces...

—¡Disculpa!

La voz de Ulises hizo eco por toda la cubierta y, cuando lo encontré, tuve que olvidarme de todo lo que creía saber. El chico estaba levantando cantidades incalculables de agua con el movimiento de sus manos. Maldita. Agua.

Aquea. Los reinos zodiacales IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora