Dudas

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Jean se quedó en silencio luego de presentarse ante Beidou, quien simplemente sonrió burlona mirando a Kaeya. El caballero apartó la mirada y suspiró, comenzó a caminar hacia Jean mientras la joven pirata aún lo vigilaba.

— Oye Jean, ésta mujer--
— Lo sé, no te preocupes Kaeya. — dijo Jean con seguridad en su rostro mientras le sonreía.
— ¿Y bien? ¿Vamos? Señorita maestra de los caballeros...
— Más te vale tratar con respeto durante tu estadía ahí, de lo contrario...— Kaeya apoyó la mano en su cintura rozando su espada.
— Vamos Kaeya, no seas así con una invitada que ha viajado de tan lejos, vamos a demostrarle nuestra hospitalidad. — respondió suavemente Jean.

Ambas comenzaron a caminar en silencio dejando al caballero atrás, Beidou miraba a su alrededor sin perder detalle de las cosas que la rodeaban. Jean sintió el ambiente pesado y trató de romper el hielo.

— ¿Te gusta el lugar? Si hay algo que quieras preguntar no dudes en--
— Oye, ¿Y la mujer que te acompañaba?— preguntó de repente.
— ¿P-perdon? — Jean se frenó en seco en medio del pasillo.
— Oh... ¿Que clase de reacción es esa? ¿Por qué tan alterada? — Beidou sonrió y se cruzó de brazos.
— No puedo confiar en alguien que esconde cosas tan descaradamente. ¿O acaso realmente crees que nadie más ha notado algo?

Jean se quedó callada sin saber que decir. Ciertamente no era el momento de arruinar un encuentro de ese índole y sabía que era una gran responsabilidad que llegue a buen puerto la relación con aquella mujer salvaje.

— Ya veo... Lamentablemente no puedo hablar de eso abiertamente. — Jean habló en voz baja.
— Entonces si estás escondiendo algo veo, la verdad no estaba segura pero a juzgar por tu respuesta di en el clavo. — Beidou se adelantó hacía el despacho de Jean.
— Beidou ¿Cierto? — titubeó la caballero. — Ciertamente usted es una mujer intrigante e inteligente, creo que va a ser capaz de comprender el motivo de mí silencio.
— Lo sé, lo entiendo. — respondió Beidou mientras se apoyaba en el escritorio de Jean.
— Oiga... Ese es mí... — suspiró resignada mientras cerraba la puerta.
— ¿Y bien? ¿Voy a hablar con una persona sincera o una falsa? — la presionó la joven pirata.
— ¿Acaso importa mí historia personal en éste momento? — Jean frunció el seño.
— A mí si...
— Mí vida privada no tiene nada que ver con--

En ese momento Beidou se bajó en un abrir y cerrar de ojos de la mesa y se acercó al rostro de Jean, quien quedó atónita ante aquella velocidad.

— Me gusta cuando las mujeres serias y responsables pierden la tranquilidad, ¿Pero sabes que? Ya hay alguien a quien le juré lealtad.
— ¿Por qué me estás diciendo ésto? — preguntó Jean sin moverse.
— Simplemente creo que es un desperdicio que una figura tan admirada sea una farsa.
— Le ruego que no me ofensa nuevamente... — Jean apretó los puños.
— Oh por Rex Lapis, no lo digo para ofender ni mucho menos... Simplemente... Pienso que al menos una de las dos va a salir herida si siguen así. — Beidou se alejó y se volvió a apoyar en el escritorio con los brazos cruzados.
— Lo tendré en mente. ¿Entonces? ¿Que es lo que pretende de éste afortunado encuentro? — Jean la miró fijamente.
— No soy muy buena para hablar diplomáticamente... Así que he traído ésto.

Le estrechó su mano a Jean entregándole un papel. Jean lo abrió rápidamente y comenzó a leer, era una lista detallada de intercambios comerciales, culturales y de medicinas regionales entre otros tópicos. Firmado por nada más y nada menos que Ninguang. Jean lo guardó cuidadosamente en su cajón en silencio mientras Beidou simplemente la seguía con la mirada.

— ¿Ya lo han hecho? Apuesto a que sí, este lugar está lleno de una esencia dulce como a flores, pero ciertamente no es tu perfume.

Jean se sentía incómoda ante las preguntas invasivas y directas de su invitada, pero tampoco podía quedarse en silencio estando ellas dos a solas en aquel amplio despacho.

— Puede ser. — no pudo decir más nada.
— Ya veo, bueno... Solo voy a decirte una cosa más. Quizá para ti es algo impensado o perverso, pero te diría que tengas en cuenta que más allá de tus prejuicios no eres ni la primera ni la última, así que... Ten en mente qué deberías cuidar tu barco.

Beidou se alejó en silencio saliendo del aquel cuarto. Jean se quedó pensativa y unos instantes después reaccionó y corrió hacía el pasillo de entrada, la joven pirata no estaba allí, salió del castillo y comenzó a mirar rápidamente a su alrededor buscándola. Corrió en dirección a la entrada a la ciudad y al girar en uno de los pasillos se chocó a una pequeña niña, quien cayó hacia el suelo.

— ¡Oh! Cuánto lo lamento, déjame ayudarte...— dijo Jean estrechando su mano.
— Ah... Descuida...

La pequeña era Bárbara, un miembro de la iglesia, Jean abrió grandes sus ojos mientras apretaba la mirada, la ayudó a juntar algunas cosas que habían caído sin decir una palabra, la niña tampoco dijo una palabra luego de verla a los ojos.

— Espero que estés bien... Y... ¡D-disculpa nuevamente! — Jean continuó corriendo dejando a la niña atrás.

"¿Por qué? ¿Por qué tiene que estar pasando todo esto? Yo simplemente... Quiero llevar a cabo mis tareas en paz, no quiero... No puedo seguir así..."

Jean se detuvo de repente con lágrimas en los ojos.

"Ah... Lisa, ¿Por qué? ¿Por qué en este momento se me viene tu rostro sonriente a la cabeza?" Jean secó rápidamente sus lágrimas y continuó corriendo buscando a Beidou.

— ¡Jean!— se escuchó una voz de repente.

La joven caballero se frenó de repente y miró hacía el lugar de dónde había venido aquel llamado, allí estaba Diluc, ex caballero de Favonius, en la entrada a su taberna.

— D-Diluc, disculpa el alboroto. Yo estaba...
— Oye, es raro verte así. — el rostro del joven era inmutable como siempre.
— Ah, lo lamento... Últimamente estoy hecha un desastre. — Jean sonrió levemente.
— Oye... — Diluc se acercó a ella y tocó suavemente su rostro.
— ¿Q-que estás haciendo? — Jean se apartó rápidamente sonrojada.
— Oh, lo siento, temía que estés corriendo por ahí teniendo fiebre, ya sabes... Es una de tus costumbres.

Jean se quedó en silencio avergonzada. No podía mirarlo a los ojos pero tampoco ignorarlo.

— Si estás buscando a la extranjera, está aquí tomando un poco... Y vaya que bebe, más vale que haya traído bastante Mora. Ven, pasa.

Diluc entró a la taberna y Jean, quien aún se sentía abatida, entró tras de él con el corazón palpitando fuertemente.

Diluc entró a la taberna y Jean, quien aún se sentía abatida, entró tras de él con el corazón palpitando fuertemente

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