Capítulo 49

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Harry se levantó temprano para empacar, el expreso de Hogwarts saldría una hora después del funeral. Abajo encontró que la niebla en el Gran Comedor se había dispersado. Todo el mundo estaba usando sus capas, y nadie parecía muy hambriento. La profesora McGonagall, había dejado la silla en forma de trono en medio de la mesa de profesores vacía. La silla de Hagrid estaba vacía también. Harry pensó que quizás Hagrid no era capaz de enfrentar el desayuno, pero la silla de Snape estaba sin ceremonia alguna, ocupada por Rufus Scrimgeour. Harry evitó sus ojos amarillos mientras estos recorrían el Gran Comedor, y tuvo la incómoda sensación que estaba buscándolo. Entre el séquito de Scrimgeour, divisó el cabello rojizo y los lentes de Percy Weasley. Ron no dio señales de estar al tanto de Percy, aparte de apuñalar pedazos de arenque ahumado.

En la mesa de Slytherin, Crabbe y Goyle estaban murmurando, los chicos Hulking se veían raramente solos sin la alta y pálida figura de Malfoy entre ellos. Harry no había reparado mucho en Malfoy últimamente. Su ánimo estaba dirigido a Snape, pero no había olvidado el miedo en la voz de Malfoy en lo alto de la Torre, y tampoco el hecho de que había bajado su varita antes de que los demás Dementores llegaran. Harry no creía que Malfoy hubiera matado a Dumbledore. Lo despreciaba aún por su encaprichamiento con las Artes Oscuras, sin embargo, una pequeña gota de lástima se mezclaba con su desagrado. ¿Dónde? -se preguntaba Harry-, ¿estaría Malfoy ahora?, y ¿que lo estaría obligando a hacer Voldemort bajo la amenaza de matarlo a él y a sus padres?

Los pensamientos de Harry fueron interrumpidos por un codazo en las costillas por parte de Ron. La profesora McGonagall se había levantado de su lugar y el murmullo en el Comedor desapareció enseguida.

—Es casi la hora. Por favor sigan a los jefes de sus Casas hacia los terrenos, Gryffindors, después de mí.

Salieron de sus lugares en silencio. Harry divisó a Slughorn a la cabeza de la columna de Slytherin, usando una magnífica capa larga color verde esmeralda, bordada con plata. Nunca había visto a la profesora Sprout, jefe de la casa Hufflepuff, tan limpia, no existía ni un solo parche en su sombrero, y cuando llegaron a la entrada, encontraron a Madame Pomfrey parada al lado de Filch, ella con un velo negro que le daba hasta las rodillas y el con un traje y corbata negros llenos de naftalina.

Se dirigían, como Harry pudo ver cuando se pararon en los escalones de piedra, hacia el lago. La calidez del sol acarició su cara mientras seguía a la profesora McGonagall en silencio al lugar donde miles de sillas habían sido colocadas en filas. Un pasillo se abría en el centro de ellas hasta llegar a una mesa de mármol, todas las sillas estaban colocadas hacia ella. Era el día de verano más hermoso.

Una extraordinaria cantidad de gente ya se había sentado en la mitad de las sillas, andrajosos y listos, viejos y jóvenes. Muchos de ellos Harry no los reconocía, pero había unos pocos a los que sí, incluyendo a los miembros de la Orden del Fénix: Kingsley Shacklebolt, Ojoloco Moody, Tonks, su cabello milagrosamente había vuelto a ser rosa brillante, Remus Lupin, con quien parecía que Tonks se tomaba de la mano, el señor y la señora Weasley, Bill sostenido por Fleur y seguido por Fred y George, quienes usaban chamarras negras de piel de dragón.

También estaba Madame Máxime, que ocupó dos y media sillas para ella, Tom el dueño del Caldero Chorreante, Arabella Figg, la vecina Squib de Harry, la bajista del grupo de Las Brujas de MacBeth, Ernie Frang, conductor del autobús noctámbulo, Madame Malkin, de la tienda de capas en el callejón Diagon, más gente que Harry apenas si conocía de vista tales como el barman del Cabeza de Puerco y la bruja que empujaba el carrito de dulces en el Expreso de Hogwarts. Los fantasmas del castillo estaban también, casi invisibles por la luz brillante del sol, visibles solamente cuando se movían, brillando insubstancialmente en el aire.

Elegido con el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora