Epílogo.

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Las calles de Nueva York a Christopher Vélez siempre le han parecido bonitas. El ruido producido por la gente de alguna manera siempre lo ha hecho sentir vivo. Los colores vibrantes. Cada pequeño detalle le parece significante y en serio lo ama.

Christopher se acomoda el abrigo que lleva puesto mientras camina con pasos lentos. Los últimos días del invierno se han ido y con él han llegado los buenos tiempos. Al menos para Christopher lo son y no habla precisamente del clima. Vivir casi en el centro de la ciudad de alguna manera era mucho más cómodo para él. Los colores y el ruido producido por las personas que van y vienen de un lado al otro demasiado ocupados en sus pequeños propios mundos le encanta. Lo hacen sentir vivo.

Sus pasos siguen y una pequeña sonrisa aparece en sus labios cuando se encuentra a sí mismo de pie en la acera delante de su casa. Traza su camino por el diminuto sendero empedrado que conduce a la puerta principal de su nueva casa y cuando finalmente entra una calidez mezclada con el aroma dulzón de lo que parece ser un panqué de arandonos recién horneados le dan la bienvenida.  Camina lentamente y cuando llega hasta el umbral de la sala sus ojos la encuentran.

Jossette permanece de pie delante de la chimenea  observando algo con demasiada concentración que ni siquiera lo ha escuchado entrar. Avanza hasta ella con pasos débiles y envuelve sus brazos alrededor de su cintura. La castaña se estremece y una risita escapa de sus labios automáticamente.

—¡Christopher!—se queja.—Por Dios, me has dado tremendo susto…—él se ríe dejando un beso sobre su cabeza.

—Parecías demasiado concentrada.—responde en voz baja.

—No te escuché entrar…—murmura al tiempo que él apoya su barbilla sobre su hombro. Christopher deja un beso sobre su mejilla y Jossie suelta una risita de diversión antes de girarse sobre sus talones sin deshacerse de su abrazo. Sus ojos se encuentran y una amplia sonrisa se abre paso en su boca.—¿Cómo estuvo tu día…?—cuestiona.

Él deja escapar un largo suspiro.—Cansado pero bien.

—¿Tienes hambre?—pregunta.—He cocinado lasaña para cenar…pensé que te gustaría así que…

—Dios, sí.—acepta interrumpiendo sus palabras.—¿Me vas a decir que era lo que estabas viendo…?

—Nuestra fotografía.—confiesa.—Apenas me puedo creer todo esto, Christopher…

—¿Esto…?

—¡Que estemos juntos, quiero decir!—responde dejando escapar un pequeño suspiro.—Es que siento que ha pasado un largo tiempo y…—niega un poco.

—Bueno, solo han pasado…

—¡Papá!—la voz de Alexander llena el aire y un segundo después el pequeño castaño  de seis años está delante de ambos. Christopher se ríe tomándolo entre sus brazos antes de dejar un largo beso sobre su mejilla. Porque ese es su momento favorito del día cuando llega a casa y puede disfrutar de su esposa  y de sus hijos.

—Hola.—saluda él.—¿Cómo te fue en el colegio, eh?

—Nos hubiera ido bien si Alexander no se hubiera puesto a llorar cuando la mascota de nuestro curso salto encima de él…—anuncia Nicholas desde el umbral de la puerta, su hermano mellizo. Sus pequeños brazos están cruzados encima de su pecho y su gesto es aburrido, como si hablar de su día fuese la cosa más aburrida del mundo entero.

—¡Era un bicho y me saltó encima, papá!—exclamó el pequeño en sus brazos.

Alexander y Nicholas, de seis años. Ambos castaños de tez blanca como Christopher pero de ojos hazel como Jossie. La nobleza de Alexander combinada con la picardía de Nicholas era sin duda alguna lo mejor de sus vidas. Adoraba la manera en la que esos niños habían cambiado por completo su relación con su esposa –siempre para bien-. Recordaba perfectamente el entusiasmo del día de su boda. El nerviosismo que embargó su cuerpo su noche de bodas. La felicidad que estaba en su cuerpo cuando se enteraron de la próxima llegada de su primer bebé y la manera en la que se duplicó todo aquello cuando la doctora de Jo les hizo saber que en lugar de tener un bebé; serían dos. Y ni hablar de la plenitud que hubo en su vida cuando ese par de castaños traviesos llegaron.  

CORAZÓN SIN VIDA| Christopher Vélez, Joel Pimentel.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora