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Tenía cuatro años cuando lo conoció, la primera novedad agradable en sus cortos cuatro años de su vida. Ir a la escuela no fue una de ellas, tampoco que su padre tuviera que ir a vivir a otro lugar por trabajo. Pero ese niño de pelo café oscuro con una forma de caminar tan peculiar y con su inseparable consola parecía que lo era, en el instante que lo vio bajarse de una camioneta con cajas de mudanza, supo que con él llegaba algo importante en su vida.

Sin embargo no todo en esta vida sucede de golpe, a veces hay que ser pacientes. Kuroo, era un niño de cuatro años que siempre le había costado socializar, por eso entrar a la escuela no fue agradable para él, no podía entablar ni siquiera una relación con los maestros para pedirles ayuda, y menos iba a poder ir a presentarse con su nuevo vecino que cada tarde iba al parque a jugar él solo con su consola. Simplemente lo observaba desde la ventana de su cuarto, si no fuera un niño pequeño hubiera parecido un acosador aterrador.

Pasaron siete meses desde la llegada de su vecino, Kuroo cumpliría años y su madre deseaba hacerle una fiesta, solo que había un pequeño detalle, Kuroo no tenía amigos y el padre de Kuroo no iba a poder estar para ese día tan especial. Su madre consternada decidió que se las arreglaría para que su hijo tuviera un gran cumpleaños, así que un día antes de la fecha fueron al super a comprar cualquier cosa que ambos pudieran cocinar y armar. Mientras su madre checaba precios, el pequeño comenzó curiosear entre los productos de repostería, cuando estuvo por agarrar el último paquete de chispas de chocolate que quedaban una mano más pequeña que la de él apareció sobre la caja.

— ¿Qué crees qué haces?— era una voz tierna, pero eso no quitaba lo amenazante que sonaba, dirigió su mirada hacia la personita de quien provenía quedando estupefacto al momento— suéltalo, yo lo quiero

Kuroo sin ganas de alegar y cautivado por haber escuchado por primera vez la voz de quien quería conocer, soltó la caja sin problemas.

— ¡Kenma! No seas grosero— una mujer del mismo tono de cabello y estatura baja tomo al niño en brazos, en ese momento sintió la mano de su madre tomarlo de la espalda.

Ambas mujeres iniciaron conversación, y de lo poco que escuchó o entendió Kuroo era que al parecer ya eran amigas, y mencionaron varias veces a su padre y algo sobre su cumpleaños, pero esto no podía importarle menos, el niño frente a él abrazaba su caja y su consola como si su vida dependiera de ello. De repente Kuroo salió de su transe y ambas mujeres callaron.

— ¿Por qué me miras?— preguntó el niño en brazos— no lo hagas

Como respuesta rápida, Kuroo simplemente se sonrojó y se escondió detrás de su madre.

— Disculpa su conducta, no siempre es así, no ha dormido bien— quiso excusar a su pequeño en brazos.

— Te entiendo, pronto pasará esa etapa

— Eso espero... entonces nos vemos mañana en tu casa desde temprano para preparar todo junto con Kuroo— la madre de Kenma le dirigió una mirada poderosa a su hijo— y compartiremos las chispas para que Kuroo pase un día genial ¿verdad Kenma?— su tono era amenazador, pero dulce. Cuando Kuroo creció y conoció el refrán de tal palo tal astilla, creía que si ese refrán fuera alguien serían Kenma y su madre.

Luego de un ligero berrinche por parte de Kenma, el pequeño y su madre se despidieron amablemente dispuestos a reunirse al día siguiente.

La mañana siguiente llegó, el comienzo del día parecía como un fin de semana cualquiera, el pelo negro y picudo de Kuroo tomó forma de las almohadas rojas con las que aplastaba su cabeza durante la noche. Su aliento necesitaba una refrescada, así que fue al baño a asearse y quedar presentable para recibir a Kenma, si parecía una mañana normal, pero claro que no lo era, y Kuroo apreciaba que no lo fuera. Una hora después sus únicos invitados llegaron junto con el paquete de chispas del día anterior y algunos productos más para decoración de pasteles. Para suerte de todos la dinámica entre Kenma y Kuroo fue agradable, ayudaron bien a preparar sus postres, creando obras de arte comestibles sobre sus cosas favoritas, Kenma por supuesto hizo o mejor dicho intento hacer uno de sus personajes favoritos de videojuego mientras que Kuroo dibujaba a su familia reunida, eran personas de palitos pero aún así fue un momento tierno.

Amor de siempre [kuroken]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora