I
Después de corroborar con mí madre en asistir a varias visitas terapeuticas por seis largos meses, tratando de sanar lo que me sucedió la tarde del 18 de julio del 2008 viniendo de vuelta del centro de lado norte de Redcliffe, Bristol, pasada una mañana aparentemente tormentosa como lo es de costumbre, dí un paseo por la acera de la Sommerset Square, hacia la parada del auto bus que me lleva a mí hogar en Totterdown.
El trayecto tarda aproximadamente unos quince minutos y era recién la 1 de la tarde; la casa me quedaba a unas tres cuadras y media de la estación de buses, añado que resido en la calle llamada Hillside así que para mí era sencillo el desplazarme por el pequeño Bristol que de vez en cuando me escapaba al centro, a una tienda de golosinas que recuerdo con afecto y lugar dónde fue el punto nodal de esta anécdota.
Esa mañana recuerdo haber discutido con mí madre sobre temas fuertes que no deseo recordar, dije cosas de las cuales me arrepiento pero para ese entonces estaba tan sobrecargado, lleno de rencor y la señalaba con el dedo a ella de toda la culpa, así que esa misma tarde bajé a Totterdown y por suerte ella no estaba en casa, dejé mí mochila en la sala y nuevamente salí cerrando la puerta con fuerza.
Traia unas monedas en el bolsillo de la campera de invierno y me dirigí hacia el centro donde solía divagar, quería huir, estar lejos, no quería saber nada de ella por un buen rato.
Entré a la tienda de golosinas; me pedí unas bolas de chicle y una lata de Redbull. La temperatura había empezado a subir a eso de las 2 y media y el cielo poco a poco se fue despejando, era una tarde muy agradable.
Caminé paseando por sus callejuelas mascando chicle y haciendo pompas mientras tarareaba una canción que había oído en la radio de un Midget Tc rojo estacionado en frente del St Nicholas; a eso de las 3:30 de la tarde el sol estaba encima de nosotros, la temperatura había subido a los 27 grados casi 30 en tan solo unos minutos, traía el abrigo de invierno, te imaginarás como me encontraba, tenía resequedad en los labios y la garganta la traía seca, tiré el chicle en un cesto de basura y recuerdo haber girado a mano izquierda si no me equivoco por un muro de color amarillo.
Las calles habían quedado semi desiertas a hora pico, yá era momento de volver, abrí la lata e hice como si fuese a beber de ella pasando por en frente del cristal de una tienda.
Había notado algo raro en mí reflejo, ya había pasado antes pero lo ignoraba, está vez gire la cabeza y mire que del lado del cristal que había otra persona que aparentaba, caminaba y respiraba como yo más no era mí reflejo, no bebí ni un sorbo de la lata y me había orinado en los pantalones; caminé recto por la callejuela tratando de perder lo, cosa que había considerado una alucinación provocada por el azúcar, el calor, el no haber comido nada en todo el dia sumado a la rabia con la que cargaba desde la noche anterior.
Una farolilla de luz estaba encendida en plena tarde, eran las 4 pero seguí ignorando tal incongruencia, solo creo recordar después de esto algo cegador, más allá de esto, después no creo saber si lo próximo sucedió en verdad u oniricamente, pero las sensaciones de horror que experimente las recuerdo como si las fuese vivido en carne propia.
II
Apenas puedo describir el principio como un sueño confuso que se va discipando en la vigilia; recuerdo empobrecidamente haberme levantado saliendo a la esquina del callejón All Saints, la calle comercial, olia a humedad y a un fuerte día de tormenta; mis manos y rodillas estaban repletas de barro y parte de mí ropa de escuela la traía manchada con puntos de suciedad, mí madre me va a asesinar, eso pensé pero la verdad es que eso sería el menor de mis problemas.
A lo mejor me había desmayado y habían pasado las horas, cuando pasaba por ese estrecho pasadizo puedo asegurar que no había absolutamente nadie, el cielo había vuelto a tomar ese clima sombrío con señales de precipitación, solo que ya había llovido y no pintaba a que sucediese de nuevo.
