28. thanks, Bella

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A fuera la lluvia no había parado, y yo comenzaba a plantearme que tan inteligente había sido mi decisión de largarme del apartamento sin ni siquiera avisar a Sky en donde o con quien estaría. Aunque si le hubiera dicho, no creo que me hubiese creído.

Ni yo acababa de creérmelo.

Estaba bien. Bella y yo habíamos congeniado mejor en estas tres semanas, pero según yo; Aún no le agradaba del todo. No como para salir detrás de mí, un día de lluvia, a las cuatro de la mañana llevando solo una sudadera delgada.

Desde que había salido del departamento ninguna de las dos había hablado. Yo sabía que ella había escuchado. Y ella sabía que yo sabía que ella había escuchado. Algo complejo.

Bella caminaba con la cabeza en alto, y relajada. Como una modelo de pasarela. No le importaba la lluvia, y lucía esa campera de deportes como quien usaba una prenda de coco chanel. Ni siquiera se había lavado la cara antes de salir, y no parecía importarle. Ella tenía tanta confianza en sí misma, que podría estar vistiendo harapos, y se sentiría la chica más preciosa que había cruzado Central Park por décadas. Los rizos empapados se le pegaban al rostro. Le encantaba la lluvia. No se cubría de ella, y no evitaba los charcos. Mientras que yo, iba más que hundida en el fondo de mi cazadora, con el cierre hasta el cuello, y el cabello refugiado al interior de la capucha, buscando cualquier espacio para cubrirme.

No sabía a dónde íbamos, pero en los cuarenta minutos que llevábamos caminando sin rumbo, las calles se habían angostado y vuelto más sucias. Había más callejones, y más chicos en la calle. Mi corazón pegó un salto al ver a un niño. Un niño de no más de siete años, con ropas sucias y durmiendo contra una pared de yeso. Empapado hasta los huesos, y tiritando de frío. Mi primer impulso fue llevar mi mano al cierre de mi cazadora, y bajarlo para poder pasárselo. Me estaba muriendo de frío, pero no importaba. No podía imaginar el frío que sentiría aquel pequeño. Sus ropas estilaban, y tenía el rostro pálido. Sentado en el suelo, plagado de basura.  En cuanto mis dedos rozaron el cierre, la mano de Bella voló hasta mi muñeca.

– ¿Sabes dónde estamos? – Me preguntó mirándome a los ojos por primera vez desde que salimos.

–No. – Respondí, mirando su mano enroscada en mi muñeca. Me quedé parada, no quería moverme. La imagen de aquel niño me había roto el corazón en mil pedazos. Yo tenía primos de su edad, y fui incapaz de imaginármelos en aquella situación tan terrible.

–Estamos en los barrios bajos. –Informó, y jaló de mi muñeca para que siguiera avanzando por entre las pozas de agua – Aquí nadie ayuda a nadie. Primera regla.

 – Bella…es un niño. – Se me hizo un nudo en la garganta inevitablemente. No quería pensar que ella era una persona tan desalmada como para no sentir lastima por él.

– Sí, lo sé. Es un crío, y es malditamente de acero. Es fuerte. Es astuto. Es orgulloso, y valiente. Como todos los que nos hemos criado aquí. – Me jaló una vez más, y mis pies se arrastraron por la grava mojada.

 – ¿Hemos?

Ella sonrió. No era una sonrisa burlona, ni de sorna, claro que no. Era una autentica sonrisa de melancolía. – Claro que sí, Florida. Para mí, ni papi ni mami estuvieron jamás para tenderme la mano. O me las apañaba yo sola, o me pudría en mi desgracia. No todos tenemos tu suerte, tía.

Y ahí estaban de nuevo sus comentarios resentidos y sarcásticos. No me enfadó. Ella tenía razón. Yo no sabía lo que era criarse acá. Pasar frío, hambre, nada de eso. Siempre había tenido un techo grande sobre mi cabeza, y un plato de comida caliente sobre la mesa.

The only reason {Luke brooks} (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora