Capítulo 26. "¿Estás bien?"

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    Alemania, 20 de abril del 2019

    Bella.

     El reloj del despacho marca las 3:45 A.M, Marco está sentado en la silla frente a su escritorio, la cual he estado ocupando estas últimas semanas. Yo estoy sentada sobre su regazo, mis piernas están estiradas en el apoya brazo, mi cuerpo está acurrucado en su pecho y mis brazos rodean su espalda. Su brazo izquierdo cubre mi cintura y su brazo derecho se apoya en el escritorio. Su mano izquierda está dentro de mi pantalón holgado y su mano derecha sostiene varias hojas que muestran los movimientos de los negocios.

     Me muevo, haciendo que Marco aferre su agarre en mí. Él suelta las hojas y presiona mi cuerpo contra el suyo, huele mi cabello y besa mi cuello.

- Hola, hermosa – sonrío con sueño – ¿Quieres ir a la cama?

- Sólo si estás ahí – me acomodo con cuidado, estirando mi cuerpo.

- Dormiste ocho horas en esa posición ¿No te duele nada? – pasa sus manos por mi cintura y apoya su mentón en mis pechos.

- La verdad es que no – respondo sorprendida. Enredo mis dedos en su cabello –. Nunca había visto tu cabello tan largo.

- ¿Te gusta? – eleva una tierna sonrisa en sus labios – Si te gusta, me lo dejo largo.

- Uhmmm – acaricia su cabello, pensando mi respuesta –, déjalo largo – dejo un suave beso en sus labios – ¿Por qué sigues despierto?

- Estaba viendo todo el papeleo que hiciste en mi ausencia – ronronea en mi cuello, haciéndome cosquillas.

- ¿Cuál es tu veredicto? – tomo sus mejillas en mis manos, acariciando sus pómulos.

- Tenía razón – sus ojos observan los míos –, estás capacitada para llevar las riendas de mi negocio – una sonrisa crece en mis labios –. El trabajo está impecable y mucho más ordenado que el mío, lo haces increíble.

- ¿Ya podemos ir a dormir? – beso sutilmente su nariz.

- ¿Aún tienes sueño? – pregunta con cierta diversión.

- Si – frunzo mis labios en un pequeño puchero.

     Marco se levanta de la silla, cargándome en sus brazos. Apaga la luz de la pequeña lámpara que ilumina el escritorio y sale de la oficina. Paso mis brazos por sus hombros y recuesto mi cabeza en su cuello, aferrándome a él como si fuera un koala. Cierro los ojos, disfrutando del calor de su cuerpo. Escucho cómo abre la puerta y el olor a mi perfume impacta con mis fosas nasales.

- Tres semanas fuera y la habitación huele sólo a ti – murmura, dejándome en nuestra cama – ¿Debería irme más seguido?

- No – frunzo el ceño –, no deberías irte nunca.

- Lo prometo, hermosa – se inclina para dejar un beso en mis labios. Sonrío sintiendo el contacto –. Voy a ducharme para dormir – rápidamente me aferro a su cuello, impidiendo que me deje. Marco se ríe, apoyándose en la cama –. Amor, tienes que dejar que me bañe – niego con la cabeza, haciéndolo reír – ¿Te vas a bañar conmigo? – asiento, soltando un sonido de aprobación. Marco vuelve a cargar mi cuerpo, llevándonos al baño – ¿Seguirás pegada a mí como una sanguijuela?

- Sí – lo abrazo con más fuerza –, no quiero perderte de vista – Marco besa mi frente en modo de respuesta.

     Ambos entramos al baño, él intenta dejarme en el suelo, pero protesto sosteniéndome con fuerza. Marco bufa sin volver a insistir. Quita sus zapatos, mientras me sostiene con una mano, luego quita sus pantalones y su ropa interior. Mis piernas están enrolladas en su cadera y mi cabeza sigue apoyada en su cuello.

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