Capítulo 20

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Mis padres y mi hermana vinieron a la ciudad a pasar la Navidad. Lo primero que mi mamá hizo después de abrazarme y llorar, fue gritarme por esperar tres días después de salir del hospital para llamarla a papá y a ella. Ella ya me había gritado mucho por teléfono, pero no pudo resistirse a regañarme en persona. Aunque realmente no me molestó. Era solo su manera para tratar con lo que me había sucedido.

Louis estaba nervioso como el infierno de encontrarse con ellos. Estaba seguro de que le culparían de todo. Traté de decirle que no lo harían, pero no creo que me creyera hasta que realmente los conoció. La expresión en su cara cuando mamá, papá y Gemma lo abrazaron dándole la bienvenida a la familia es algo que recordaré el resto de mi vida.

Ellos pasaron una semana en Asheville. Para cuando se fueron, Louis tenía toda una nueva familia. Una real esta vez, del tipo que necesitaba desde hacía mucho. Del tipo que lo amaría de la manera en que él merecía ser amado. Creo que ellos estaban tan felices acerca de eso como él lo estaba.

Justo después de año nuevo, recibimos una carta de mi papá dirigida a ambos. —¡Bien por papá! —Dije cuando Louis me la enseñó, aún sellada—. Sabía que podría encontrarlo.

Louis me frunció el ceño. —¿De qué diablos estás hablando? ¿Qué encontró?

Tomé su mano y lo llevé al sillón de segunda mano que nos habíamos comprado por Navidad. —Él trabajó en el palacio de justicia de Carmel. Realmente es bueno rastreando archivos públicos. Le pedí que buscara algo para mí.

—¿Qué?

Tomé sus dos manos entre las mías. —Le pedí que encontrara dónde fue enterrado Stan.

Su cara se puso blanca. Por un segundo pensé que se desmayaría. —¿Louis? Bebé, ¿estás bien?

Asintió. —Sí. Solo... solo... me sorprendiste, eso es todo. —Sus ojos estaban nublados.

—Lo siento. Supongo que no debí soltarlo de esa forma.

—No, está bien. —Se mordió su labio—. ¿Dónde? ¿Dónde está enterrado?

—Déjame ver. —Solté sus manos y abrí el sobre. La carta era breve y al punto. «Lo había encontrado.»

—St. Augustine, —leí en voz alta—. En la cripta privada de la familia, en el cementerio a las afueras de la ciudad.

—De ahí es de donde era., St. Augustine. —Louis me miraba con sus ojos muy abiertos llenos de miedo— . Yo nunca conocí a su familia. ¿Qué si ellos no quieren que vaya? Él no hubiera muerto si no me hubiera conocido, no podría culparlos si no quieren que visite su tumba.

—No, están de acuerdo. Papá ya llamó y solicitó el permiso para que lo visitáramos.

—Oh, Dios mío, —La voz de Louis era jadeante—. ¿Cuándo podremos ir?

—La semana que viene. Escucha lo que mi papá dice:

«Espero que no os moleste chicos, pero me adelanté y os compré los billetes de avión. El vuelo sale el doce. Tienen también un cuarto reservado en el Bayview Inn para una semana. Es un bonito lugar con desayuno, tu mamá y yo nos quedamos allí el año pasado, cuando visitamos St. Augustine. Todo está pagado. Es nuestro regalo para vosotros dos.

Espero que sea de ayuda.

Con amor, Papá.»

Louis me miraba fijamente, su expresión confundida.

—No lo entiendo. ¿Por qué hacen esto? Tus padres apenas me conocen. Y soy la razón de todo lo que te ha pasado. ¿Por qué me ayudan?

—Porque es lo que las familias hacen. Se ayudan unos a otros. Y ellos saben que nada de lo que sucedió es culpa tuya.

La canción olvidada (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora