¿Respondemos a los estímulos ambientales o nuestras sensaciones y percepciones internas?
Aparentemente, creemos que nuestras acciones son consecuencia directa de la interacción con nuestro contexto, es decir, que respondemos a las situaciones específicas que vivimos a diario. Esta premisa se puede ahora discutir a partir del estudio del cerebro. La amígdala, una región del sistema límbico la cual es una de las más antiguas de la formación del cerebro, se encarga de guardar el significado de las experiencias emocionales.
Ahora bien, pongamos de manifiesto un ejemplo específico el cual nos dé claridad del por qué no respondemos directamente a los estímulos ambientales, cuando hay intervención de la amígdala, y cuando no.
Hace cierto tiempo, una paciente me manifestaba sentirse irritable, con emociones negativas desbordantes, cuando su actual pareja distraía su mirada en alguna chica atractiva que veía por la calle; incluso, ante esto respondía de manera impulsiva, recobrando consciencia después de lo ocurrido. En el historial personal de esta mujer, se encuentra que anterior a esta, sostuvo una relación de más de una década con un hombre, el cual constantemente afectaba su autoestima, en especial cuando salían a la calle a dar un paseo, pues este acostumbraba mirar y piropear a cuanta mujer atractiva se encontrara en su camino, aún ante la molestia que su pareja le manifestaba. Incluso lo llegaba a hacer de manera desafiante, para incrementar la molestia y la afectación emocional de esta mujer.
Al presentarse dicha situación durante todos estos años, probablemente la amígdala cerebral de esta mujer guardó la connotación o el significado negativo de este tipo de experiencias, funcionando como un engrama cerebral (huellas cerebrales que nos dejan experiencias impactantes). A pesar del paso del tiempo, y de la falsa creencia de esta mujer de creer que había resuelto todo su martirio afectivo, la actual situación me hacía inferir que aún había efectos residuales que estaban siendo determinantes en su actual relación.
A partir de una serie de técnicas cognitivas, la paciente logró tener un panorama fuera de sesgos emocionales, aumentando de esta manera su capacidad de razonamiento, para poder recordar que antes de estas dos relaciones, la conducta que actualmente le afectaba, anteriormente la consideraba como una acción normal, que incluso ella replicaba cuando veía un hombre atractivo y su atención se fijaba automáticamente en este estímulo. Incluso, por un momento, encontró absurda su reacción impulsiva y su comportamiento iracundo. Este es el famoso piloto automático al que contantemente hago referencia, el cual hace presencia ante el dominio de emociones desbordantes, y del flujo del pensamiento desadaptativo.
Empero, usted lector/a se preguntará, ¿y cuando no se evidencia una aparente influencia de la amígdala, también respondemos a las sensaciones y percepciones internas? En efecto, también en dicho caso.
Ante determinada situación que nos genere una activación, primero respondemos a dicha activación, que se resume en el procesamiento que inician nuestros receptores visuales, y que, en cuestión de milisegundos, se realiza el procesamiento emocional, que en el mejor de los casos nuestro cerebro lo procesa adecuadamente filtrándolo en nuestra zona prefrontal (zona que se encarga de las funciones ejecutivas y el raciocinio) para emitir una respuesta más adaptativa, en contraste de cuando dicho procesamiento emocional no logra pasar a esta zona y emite respuestas reforzadas por la impulsividad, y expresadas a nivel físico mediante la agresión física, y de manera verbal, mediante la agresión o violencia verbal.
Lo interesante del caso es que he encontrado que el comprender realmente esta información que les aporto, nos permite tener un mayor nivel de conciencia de nuestras típicas respuestas emocionales negativas, asimilándolas como simples síntomas de un desajuste interno, y no como reacciones naturales de nuestro organismo, de las cuales no podemos tener control alguno. He evidenciado que el solo hecho de dar esta connotación, reduce considerablemente la frecuencia y la intensidad de las respuestas impulsivas, y en consecuencia, la base para empezar a reforzar la inteligencia emocional.
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¿A Qué Respondemos Realmente?
RandomComúnmente, creemos que respondemos a los estímulos ambientales, es decir, a los diferentes factores que nos rodean, como a personas o situaciones cotidianas. Sin embargo y en lugar de esto, respondemos primero a nuestras sensaciones y percepciones...