Esponjoso

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¿Cómo es que los comerciales sobre la harina siempre podían lograr panqueques perfectos? YoonGi estaba seguro que aquello no era cierto, debía ser alguna utilería demasiado realista.

 Siendo totalmente sincero no esperaba mucho de los suyos.

Tiró de las cuerdas de su mandil, jugando con ellas mientras leía las instrucciones dentro de la bolsa. Se veía muy fácil. Debía ser un truco, nuevamente.

—Solo accedo a esto por ti, bola de grasa —le dijo con un suspiro. Bada, su bebito gordito de un año y unos meses se sostuvo de su pierna, mirando a YoonGi con curiosidad. Apenas podía ponerse sobre sus talones y lograr que sus muslitos gordos no se doblaran. Era más hablador que un deportista y YoonGi sentía que eso tenía una relación directa con sus propios genes, así que no veía nada malo en ello.

Era la bendición de los Min. Sería un genio intelectual, pero tendría problemas para correr.

—Y dadá —le recordó metiendo un puño a su boca, su labio inferior temblando. Sus mejillas rechonchas y rozadas estaban un poco mojadas por su propia saliva. Probablemente porque el niño tenía la insana costumbre de morder su puño entero cuando se sentía enojado por no tener atención.

YoonGi esperaba que, contrario a lo que decía el pediatra, sus dientes no tuvieran problemas con ello en el futuro. No era fácil quitarle la manía a su hijo cuando él mismo acababa con sus propias uñas en un cuarto de hora a causa del estrés.

¿Era un padre terrible? Sin duda alguna, incluso él lo sabía.

—Sí y papi JiMin también. —Aceptó con la voz seca, desviando su atención rápidamente hacia la bolsa. Si no hubiese comprado una la semana pasado ese desayuno no hubiera sido posible. La bolsa pasada estaba bien guardada en la alacena, tenía arañas viviendo en su interior—. No puede ser no comestible, ¿cierto?

Bada sacó su pulgar de su boca, un hilo de saliva escurriendo de sus labios rellenos.

—¿Jám? —balbuceó, mirando con sorpresa a su papá. YoonGi asintió con fe como si hubiese obtenido una respuesta real.

—No, no lo será. Gracias, mielecita.

YoonGi jamás podría dejar de ponerle apodos. No cuando el niño tenía toda la carita de JiMin en sus facciones. Los ojos claros que se escondían en una sonrisa, la cara de forma redonda y sus mejillas dotadas. Y dios, él quería llorar todo el tiempo. Cada vez que sostenía la pequeña cabeza de su bebé se llenaba de lágrimas encontrando otra similitud con JiMin, como su lunar en su cuello, sus codos puntiagudos o su marca de nacimiento cerca de su talón derecho.

Estaba llenas de ellas. Podría mirar a su bebé por horas, maravillado. Porque era su bebé, de JiMin y él.

Parpadeó, apartando las gotas saladas bajo sus ojos. Ponerse sentimental tan temprano en la mañana nunca traería buenos resultados, le volvería el día largo y pesado. Ya tenía mucha experiencia.

—Dapá. —Bada jugueteó con sus dedos cortos sosteniendo el borde de su pijama.

Su hijo siempre lo tomaba de la ropa cada vez que estaba aburrido y quería atención. En mayoría, solía ser todo el tiempo y YoonGi se las arreglaba para trabajar con un bebé siempre entre sus brazos.

—Ahora no, Bada —le advirtió rompiendo con cuidado un huevo sobre un tazón. Sin embargo, al intentarlo con el segundo Bada pellizcó su pantorrilla y el cascarón explotó en su mano de la sorpresa—. Bada.

Pronunció severo.

El bebé abrió sus ojos marrones asustado. YoonGi suspiró con frustración, ¿por qué Bada tenía que tener toda la expresión de JiMin? Sería mucho más fácil regañarlo si no viera al amor de su vida cada vez que su hijo hacia una travesura.

Pancakes [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora