Todos tenemos gustos diferentes, en todo, nunca encontrarás dos personas con gustos exactamente iguales.
-Sabes, esa chica está que arde.
Miro a mi amigo, y mi cerebro apenas registra lo que acaba de decir. Y luego volteó a ver disimuladamente a quién se está refiriendo.
La miro, tiene razón, lo és. Pero aparto la mirada desinteresado al llegar a su rostro. No, no me malentiendan, era preciosa, de hecho creo que podría ser modelo.
Pero, no es de mi interés.
-Si, lo és. Ve a hablarle. -Le respondo con un tono monótono.
-Sabes que tengo novia. No le hablaré. -Sus ojos dicen otra cosa, vaya imbécil. -No te entiendo, dices que una chica es linda, pero luego haces como si no te importara. Acaso...?
-No, no soy gay. -Le respondo la pregunta que sabía que iba a hacer. -Son atractivas, sí. Pero... no llaman mi atención.
Tomo un sorbo de café. Disfrutando la brisa de la tarde. Me tomo un momento para reflexionar.
Muchas personas se fijan en el físico, de las personas. Yo... Soy algo diferente.
Me despido de mi amigo y me voy a mi departamento.
Subo a mi habitación y abro la ventana al lado del escritorio, sentandome frente al mismo y encendiendo mi computadora.
Respiro profundamente antes de mirar por la ventana. En la esquina de mi visión capto un rostro familiar, cabello negro azulado, ojos café, tez de alabastro, mejillas rosadas que acompañaban una pequeña nariz cuál botón, unos pequeños y rosados labios, que aunque no pudiera verlos desde aquí, sabía que escondían dientes blancos.
Su rostro es hermoso, sí. Pero no es lo que llama mi atención. Ella esta viendo una pelicula en su laptop en el balcón de su habitación, al aire libre, con el viento suavemente acariciando su piel, su rostro iluminado por la pantalla es perfectamente visible desde aquí.
Es mi vecina, nuestros edificios estan bastante cerca, solo a unos metros de diferencia.
Ella levanta la cabeza, tal vez mi mirada ha Sido muy obvia, y sus ojos negros encuentran el café de los míos.
Y es aquí donde me pierdo.
Sonríe y sus mejillas se levantan, el blanco de su piel contrastando con sus ojos, una sonrisa animosa y emocionada, sus ojos brillantes.
Me encuentro sonriéndole de vuelta, sin saber por qué.
Ella es muy contagiosa.
Ella vuelve a mirar la película.
Su expresión cambia completamente, sus labios se cierran firmemente y sus ojos se fijan en la pantalla sin perder su brillo. El color se drena de su rostro. Es preocupación.
Se lleva una mano a su pecho, y luego con la misma limpia una lagrima atrapada en las esquinas de sus ojos. Cierra sus ojos y sonrie ampliamente, después de soltar un suspiro pesado. Es alivio.
Al mirarla, pierdo la noción del tiempo, y a veces desearía que estos momentos duraran por siempre. Antes de darme cuenta, la noche ya ha caído.
Cuando termina la película, su rostro se retuerce, lágrimas caen, cubre su boca con su mano y se sostiene con la otra, y... aunque suene mal, las lágrimas le dan a su rostro un brillo sin igual, un fulgor que no le deja nada que desear a la luna llena que brilla sobre nosotros...
Hasta su tristeza y dolor me cautivan.
Le hablo desde mi balcón, y hago señas para preguntarle si se encuentra bien. Y ella asiente, y me da las gracias.
Sonríe de nuevo y mi corazón de otro brinco.
Mueve sus manos a manera de despedida, y lo que hace después siempre me sorprende.
Me sopla un beso, y luego procede a reírse como una niña. Y yo detallo cada imagen de esa sonrisa, esta, que hace cuando se despide, es mi favorita.
No hay cordialidad, no hay nada fingido. Una sonrisa puramente nacida de las ganas de eso, sonreír.
No muchos pueden hacer eso.
Yo me paralizo y solo puedo sonreír nerviosamente mientras me despido.
Cierro las cortinas, y con su sonrisa aún fresca en mi mente, me concentro en mi computadora, empiezo a escribir poemas, sobre cada una de sus expresiones.
Mucha gente se fija solo en el físico de las personas. Yo... Soy un poco diferente.
Yo, me fijo en sus expresiones.
Cuando termino me veo en el espejo y me animo un poco, noto que aún estoy sonriendo, pero luego un sentimiento nuevo nace en mi pecho.
Su sonrisa al despedirse no salía de mi cabeza.
Ahí Lo entendí.
La alegre expresión que vi en el espejo me ha hecho darme cuenta del hecho de que estoy terriblemente enamorado.