Capítulo IV: Envidia de estrellas
El viento mecía las hojas color acre en aquella arboleda con variados aromas de otoño. Eren iba caminando tomado de la mano de su prometido, disfrutando de un paseo al ocaso y del silencio que los rodeaba con una paz familiar entre ellos.
Ese camino estaba alejado del centro de Shinganshina, un mundo aparte rodeado de la vegetación característica de la zona que, a esas alturas de octubre, se cubría de colores rojizos y amarillos; el moreno sabía que era uno de los lugares favoritos de su pareja para salir a caminar; había un tráfico prácticamente nulo, el sol no pegaba tan fuerte debido a las copas de los árboles y el silencio que le otorgaba la estación era perfecto para quien había escapado de la ciudad, buscando un poco más de tranquilidad.
Bueno, el otoño era la estación favorita de Levi, quien odiaba el calor con todo su ser, así como también el frío que congelaba en el invierno; y, por ese y otros tantos motivos, decidieron casarse a finales de octubre.
Hace un par de horas, el azabache lo había invitado a salir a dar un paseo. A Levi le gustaba echar a andar sus pensamientos acompañado de una buena y tranquila caminata y, tras un tiempo juntos, comenzó a invitar al chico a acompañarlo; no para conversar con él, sino para sentir su compañía, y esto había logrado que el médico le diera otro significado a la palabra «intimidad».
– Oh, lo había olvidado. – mencionó de pronto el más bajo, mirando a su acompañante con calma. – Debo ir a la estación de trenes por la mañana, a buscar a unos amigos que vendrán a la boda. –
– ¿Quieres que vaya yo? Dijiste que querías echarle un vistazo a la recepción temprano. – el moreno le dedicó una sonrisa tranquila. Era curioso, mañana se casaría finalmente con Levi, pero no estaba nervioso, sino emocionado y ansioso por hacerlo de una buena vez. Si fuera por él, se estarían casando en ese momento o, francamente, lo habría hecho hace varios meses atrás; sin embargo, su madre lo mataría si llegara a fugarse con el azabache para una boda improvisada y clandestina.
– No te preocupes. Tu madre te tendrá ocupado desde temprano. De hecho, tengo un poco de miedo que se aparezca al alba en el departamento y te saque de la cama a arrastras. – el comentario de su prometido le robó una risa nerviosa; Levi conocía lo suficiente a su madre y sabía que ella sería capaz de algo así.
– Le pondremos seguro a la puerta y un mueble de la cocina para que eso no ocurra. – le siguió el juego, a lo que el hombre lanzó una corta carcajada.
– Me temo que no será suficiente. – ambos rieron cortamente, continuando con su caminar tranquilo por el sendero. – Oi, Eren... – lo llamó de pronto, mostrando un nerviosismo que despertó curiosidad en el menor.
– Dime, cariño. – Levi lo miró de reojo con las mejillas sonrojadas. Había adoptado ese apodo para su prometido tras volver de Trost, porque acostumbraba mucho a escuchar a las parejas llamarse así en la ciudad; sin embargo, al principio, el azabache había protestado en un arrebato lleno de vergüenza, aunque ahora sólo le dedicaba una mirada afilada. Supuso que, en un tiempo más, se acostumbraría y el moreno tendría que pasar a usar apodos más melosos con el fin de provocarlo.
– Tengo que confesar algo. – le dijo entonces, con firmeza, aunque sutilmente inquieto.
– No me digas que te estás arrepintiendo, Ackerman. – soltó inmediatamente el moreno, sabiendo que no tenía mucho sentido, pero sin evitar que un recóndito miedo apareciera en su interior.
– Idiota. – le espetó Levi rodando los ojos al detenerse junto a él, ocasionando que el chico lo imitara. Todavía sostenía sus manos entrelazadas y, tras un par de segundos mirando atentamente el piso, los ojos grises de su pareja se alzaron hacia él, combinando con un tinte rosado pálido vertido sobre las mejillas del mayor. – No vinimos sólo a dar un paseo. –
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No de promesas, sino compromisos - [Ereri/Riren]
RomanceSi bien la vida no siempre es perfecta, la manera en que el amor hacia otra persona nos hace afrontar las decisiones más difíciles y sobrellevarlas, nos lleva a pensar que es esa imperfección lo que la hace maravillosa. Después de todo, el amor no s...