Perdido

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Ninguna pérdida debe sernos más sensible que la del tiempo, puesto que es irreparable.

Zenón de Citio

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Los gritos de Catarina fueron los responsables de despertarlo. Compartía cuarto con Lucas y al salir, ambos vieron la casa envuelta en llamas que acorralaban a todos los brujos. Su hermana no permitiría que algo malo les pasará y con toda su energía disipó las llamas (las cuales también tenían algo de magia) lo suficiente para que pasaran y salieran. Ñau quería quedarse, pero Diin convenció a Lucas de que lo cargara y sacara de la casa a la fuerza. Ya afuera, se percató que todas las casas de los subterráneos estaban igual. Ñau se quedó petrificado mientras Lucas fue a ayudar a los lobos y Catarina y Magnus a los vampiros. Alba comenzó a apagar el fuego de su casa y de los otros mientras llamaba a gritos a los cazadores; a pesar de ser de día muchos dormían, cansados por estar despiertos toda la noche. Ñau salió del shock y ayudó a salir a un joven sin oreja de la casa de los licántropos, mientras Lucas a una joven morena. Con más dificultad por las llamas, lograron sacar a otro con una cicatriz en la cara. Después de eso, las casa explotaron. Ahora escuchaba un "bip" que ya lo volvía loco.

–...as bien?

Eso sí lo había escuchado, miró al frente y vio a la joven morena que Lucas había sacado.

–¿Quieres? –le ofreció una botella de agua y él la tomó.

La joven se sentó a su lado en el suelo y le extendió una mano.

–Mi nombre es Maia.

–Ñau.

–Gracias, Ñau.

–¿Por qué?

–Por salvarme.

–Técnicamente fue Lucas –señaló a su compañero que se sacudía la ceniza del cabello verde–. Deberías agradecerle a él.

–Ya lo hice, pero también quería agradecerte a ti. Porque pudiste no hacer nada, pero decidiste salvar a Bat y Kai y eso nunca te lo podré pagar.

–Pero no salvamos a todos –eso le dolía, haberle fallado a sus hermanos subterráneos.

–Quizá. Pero nosotros también estaríamos muertos de no ser por ti y Lucas –Maia comenzó a tener lagrimas en los ojos y estas terminaron cayendo–. Sólo, gracias.

Se lanzó contra él para darle un abrazo. Ñau se quedó sorprendido, pero terminó correspondiendo hasta que ella se separó, le sonrió y alejó para reunirse con los otros lobos.

–Ñau –lo llamó Catarina que se acercaba con una cara preocupante–. Ven conmigo, debes ver esto.

Sobre ellos, el humo teñía el cielo de gris.

-

–¡Todos atrás, no hay nada que ver!

Alec se acercó a los nefilim que impedían el paso de otros curiosos a la escena de las tres casas destruidas, cuando él se acercó, el muro de cuerpos se abrió para dejarlo pasar junto a los demás. Catarina revisaba a un hombre lobo, mientras el resto de los brujos estaban cerrados en un círculo alrededor de un cuerpo que permanecía en el piso. Con el corazón acelerado se acercó rezando porque no fuera Magnus... Se trataba de la bruja con piel escamosa y amarilla. El brujo que tenía la piel igual lloraba sobre el hombro del que tenía el pelo verde que trataba de consolarlo. Entonces, Alba se arrodilló frente a la bruja, le abrió los ojos y susurró.

–Videre Lucem, Diin.

–Videre Lucem, Diin –repitieron todos los brujos.

Alec pensó que esa era la forma de despedirse.
Llamó la atención de Magnus al rozarlo con su codo y con un movimiento de cabeza le indicó que lo siguiera. Cuando estuvieron lejos del resto, Magnus se adelantó.

Cazadores de sombras: Ciudad de espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora