King's Cross

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-Sophie, tienes que despertarte.

Escuchó la voz femenina insistiendo en que se levantara, pero era lo último que quería en esos momentos. Apretó más fuerte los ojos y, soltando un poco de aire, se giró hacia la pared, dándole la espalda a su invitada. Quería dormir. Se había pasado la noche y gran parte de la madrugada nerviosa y preparando las cosas para ir a Hogwarts y...

Un momento. Hogwarts. En ese momento se acordó: era 1 de septiembre. Ese día empezaba el curso escolar, su sexto año.

Giró sobre sí misma de nuevo y abrió una ranura del ojo, molesta por la luz. Su madre le miraba, clavando sus ojos azules eléctricos, con aire impaciente, levantando una de sus oscuras cejas negras. En una mano sostenía un vaso con un líquido naranja y la otra descansaba sobre la cadera, mientras daba golpecitos suaves en el suelo.

-Venga, son las diez, pequeña marmota. En veinte minutos salimos hacia la estación de King's Cross - le dijo, acariciando la mejilla de su hija y dejando el vaso en la mesita de noche. Después salió de la habitación, dejando la puerta abierta intencionadamente para que la chica no tuviera la oportunidad de volver a dormir a causa del ruido que había en el resto de la casa.

Sophie se incorporó, frotando sus ojos cansados y bostezando. Examinó el interior del vaso, lleno de jugo de calabaza. Le gustaba mucho pero, después de una breve consideración, decidió que era demasiado contundente para su desayuno. Prefería café y tostadas. O una manzana, su favorita.

Mientras se dirigía al armario, estiró su cuerpo, desperezándose todo lo que fue capaz. Observó las prendas que permanecían allí y no en el interior de su maleta y se decidió por unos cómodos vaqueros claros, una camisa de asillas de color azul celeste y sus zapatillas de deporte. Se miró al espejo. Ya sabía lo que su madre iba a decir. "Sophie, ¿por qué no te arreglas nunca?". Bah. Casi siempre, su aspecto era de sus menores preocupaciones y, ¿qué más daba lo que se pusiera, si en unas horas lo sustituiría por las ropas de la escuela?

Yumi graznó desde su jaula y Sophie se acercó a saludar a su lechuza de color gris con una sonrisa. Era un bicho adorable. Le dio un poco de comida y se dirigió al pasillo. Bajó las escaleras con tranquilidad, al mismo tiempo que recogía su larga melena castaña oscura en una coleta alta.

Entró en la cocina y se encontró a sus padres desayunar mientras leían el periódico. Su padre, sentando frente a ella, tenía la cara escondida detrás de El Profeta y revolvía distraído una taza humeante, seguramente llena de café. Su madre, sentada a la derecha, masticaba una tostada mientras ojeaba El Quisquilloso y acariciaba a Moon, su gato de pelaje negro y penetrantes ojos verdes.

- Es increíble - murmuró su padre sin bajar el periódico -. El Ministerio ya se ha adueñado del todo de El Profeta. Maldito periódico de prensa amarilla que no sabe escribir otra cosa que...

Eileen, que si se había percatado de la presencia de su hija, le dio un puntapié a su marido. David bajó el periódico y mostró una mueca de reproche, dispuesto a protestar por la patada, cuando se fijó en su hijo, que los observaba en el umbral de la puerta con aire divertido.

- Otra cosa que estupideces - terminó Sophie -. Puedes decirlo, papi.

- Ah, ¡hola querida! ¿Preparada para tu primer día?- cambió su padre de tema.

Sophie estaba acostumbrada a escuchar a sus padres despotricar sobre el mal trabajo del Ministerio y el control de información por parte del periódico. La verdad era que Sophie estaba muy de acuerdo respecto a este tema, pero no solía mencionarlo con sus padres. Decidió que era mejor dejarlo correr.

- La verdad es que sí. Tengo curiosidad por conocer al nuevo profesor de Pociones. Al parecer ya no es trabajo del profesor Snape y la verdad es que me alegro. Con él es imposible conseguir el EXTRAORDINARIO que exige para escoger Pociones este año - dijo mientras se servía una taza de café, normal y corriente-. Por cierto, mamá, ¿has acabado con El Quisquilloso? Me gustaría echarle un vistazo.

- Sí, toma. ¿Piensas presentarte este año a las pruebas de cazadora?

Miró a la mujer un instante, pensando. El quidditch se le había dado muy bien siempre. Era buena en la escoba, rápida y eficaz como tenía que ser una cazadora. Todos los años se planteaba presentarse a las pruebas pero, de una forma u otra, siempre lograba dar con una excusa para no hacerlo. Su timidez e inseguridad le podía.

- Me lo estoy pensando - respondió, finalmente.

- Deberías hacerlo, cariño - repuso su padre -. El sexto año es un año bonito, además del penúltimo. Deberías disfrutarlo al máximo.

La chica le dedicó una sonrisa y se terminó el café, cogiéndole una tostada a su madre.

- Tienes razón, papá - concluyó. Pareció bastar con esa respuesta, en la que no se comprometía realmente a nada -. Voy a buscar mis cosas, ahora bajo.

A los diez minutos bajó al salón con su pesado baúl y bolsas, ya habiendo mandado a Yumi hacia Hogwarts. Sus padres la esperaban junto a la chimenea. Sophie no era muy seguidora de este tipo de transporte, pero resultaba lo más rápido después de la Aparición y ella aún no disponía de la edad legal suficiente para ese método.

Su padre fue el primero en utilizarla, desapareciendo en medio de unas llamas mágicas. Eileen le tendió un puñado de polvos Flu en la mano a la joven bruja y le sonrió. Por algún motivo, esa sonrisa parecía cansada.

Al momento los tres habían llegado a King's Cross y se dirigían al andén 9 y 3/4. Llegaban con el tiempo algo justo, así que su padre le ayudó a dejar el equipaje y después los tres se fundieron en un abrazo o, más bien, Sophie se vio fundida en el fuerte abrazo que sus padres le daban.

- Está bien - dijo, separándose -. Nos veremos en un par de meses, no os preocupéis tanto - bromeó. Pero sus padres le miraron con aire preocupado y volvieron a abrazarla.

Después de despedirse de sus padres, subió al tren mientras echaba un vistazo al andén y la gente que había allí. Como consecuencia de caminar mirando hacia atrás, tropezó con alguien, haciendo que casi cayera al suelo.

Un chico alto y delgado, de pelo rubio platino, le sujetó por el codo suavemente, evitando que ella cayera. La soltó en el momento que Sophie recuperó el equilibrio. Antes de que la chica pudiera decir nada, el mago siguió su camino tranquilamente. Entonces se giró un momento y la observó con una mirada que no fue capaz de definir completamente, pero que parecía como si pensara en algo. Pero al momento cambió de opinión y volvió a girarse, caminando en dirección al vagón de Slytherin. Sophie lo conocía muy bien, era imposible no conocerlo. Llevaban juntos en casi todas las clases desde el primer año y, aunque no hubieran estado juntos tantos años, todo el mundo hablaba de él. Pero Draco Malfoy y ella nunca han tenido mucho trato.

Continuó su camino y encontró un compartimento vacío, sentándose dentro. De su bolso sacó un libro muggle de fantasía medieval y empezó a leer en el momento que el tren salía de la estación.

Cuando llevaba algo más de cincuenta páginas, levantó la mirada. Por la ventana, prados verdes se sucedían velozmente. Fuera de su compartimento, alumnos pasaban de un lado a otro, y se oían voces y risas. Ella mientras tanto, permanecía sola allí, tal y como a ella le gustaba.

La historia de la serpiente y la leonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora