Capítulo II- Reencuentro

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Taichi se descargó sobre la puerta de su apartamento, lentamente se retiró los zapatos y los dejó en el piso, sin tomarse la molestia de acomodarlos.

La habitación estaba a oscuras, debían ser como las tres de la mañana, pero no quería prender la luz y quizás con eso molestar a sus vecinos.

Buscó entre la nevera una lata de cerveza, destapó una y fue a sentarse al kotatsu. Cada tango dejaba escapar un chasquido y una mirada rápida que se dirigía al pequeño cajón de la mesa del televisor.

La cerveza se le agotó pronto y al beber la última gota, dejó salir otro chasquido, pero está vez no miró el cajón, gateó hasta él y abrió el primero de sus compartimientos.

Debajo de unas notas de la universidad estaba su digivice, apagado, hace un año que la pantalla no se encendía. Se quedó observándolo un rato en espera de que algo ocurriese.

De pronto, sintió un fuerte vibrazo provenir del bolsillo de su pantalón que le hizo soltar el cajón con fuerza. Era su celular, que había recuperado la señal al entrar al apartamento.

Blasfemando en voz baja le echó un vistazo a la pantalla. Algunas llamadas pérdidas, algunos recordatorios de eventos privados y varios mensajes de su hermana Kari.

Kari solía escribirle seguido y se imaginó que sería algo sin importancia, como alguna invitación para ir a comer a casa de su madre.

―La veré la próxima semana.

Se dijo y apagó el celular.

A la mañana siguiente escuchó varios golpes sobre la puerta. Intentó ignorarlos al principio, esperando a que se diesen por vencidos y se fueran, pero los golpes continuaron haciéndose más y más fuertes e imposibles de ignorar.

Echó de lado las cobijas, después de todo hacía calor. Su camiseta estaba algo mojada por el sudor, había olvidado encender el aire acondicionado en la noche. Pero nada de eso importaba. Solo vería qué querían y se iría a dormir de nuevo.

Al abrir la puerta se encontró con una chica de cabellos castaños que lo estaba miraba desde el otro lado con cara de desaprobación. Retrocedió e intentó acomodar sus cabellos. Lo pensó bien, lo mejor sería cerrar la puerta, algo que Kari le impidió. 

―¡Oni-chan!― gritó Kari sosteniendo la puerta con su pie- ¡rápido! ¡abre la puerta!

Mientras Kari se quitaba los zapatos y dejaba una bolsa encima de la encimera, contestó:

―¡Por Dios! ¿Sabes cuánto llevamos esperando?

―¿Esperando?

Kari regresó hacia la puerta y miró a su hermano de arriba abajo con desilusión. Taichi supo de inmediato lo que pensaba pero, ¿qué podía hacer al respecto?

Kari se sujetó del borde de la puerta y se dirigió a alguien del exterior, al que Tai no pudo ver.

―Vamos, entra ya, Meiko-san. Disculpa a mi hermano.

―¿Mei?― se repitió Taichi― ¿Mochizuki Meiko..? ¿Mochizuki Meiko está contigo?

Kari se apresuró a entrar, mientras la figura de Mei caminaba hacia la entrada.

―Te llamé varias veces y te dejé montones de mensajes avisándote que vendríamos. ¡Por Dios! Si tan solo no me ignoraras, como siempre lo haces, te habrías dado cuenta.

Tai caminó hacia su hermana intentando entender todo lo que pasaba.

―¡Qué basurero!―insistió Kari mientras recogía parte del desorden- ¿Estuviste bebiendo?

Tomó una lata y la echó a la basura.

―Kari...

intentó protestar Taichi, pero una voz familiar lo contuvo de continuar.

―Con permiso―dijo desde la puerta.

Taichi se quedó paralizado entre su hermana y la voz de Meiko y aun tardó en decidir si debía voltearse.

―Buenas tardes, Taichi-san― oyó decir a Meiko.

Al escuchar su nombre, Taichi sintió que no tendría más opción que regresar el saludo y se dio vuelta.

Sobre la puerta, una chica de 24 años de gafas rojas y una falda plisada por debajo de las rodillas lo saludaba con una leve inclinación de cabeza.

Mientras se levantaba para recibir su respuesta la luz de la tarde se filtró entre sus cabellos negros, tiznándolos de un tono ligeramente anaranjado.

―Mochizuki...

Fue todo lo que salió de la boca de Tai.






Taichi y Meiko, El recuentro. Una ero-historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora