Prólogo

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No esperó a que la puerta del local se cerrara y pasó justo detrás de la pareja que le había adelantado. Sam era algo impulsivo, aunque en ese momento no se sabía si era eso lo que impulsaba sus actos o era el hecho de poder por fin tener una noche libre en la que ver a sus amigos de toda la vida. De todas formas ya estaba dentro, a si que avanzó hacia la barra y no tardó en verlos en una mesa de la pared derecha.

Esa noche Sam vestía una camiseta de color azul claro, unos pantalones pitillo oscuros acompañados de unas botas cortas marrones, y una cazadora de cuero marrón que se quitó y dejó en una silla de la mesa.

Hacía un tiempo que no había visto a sus amigos, y por razones como los estudios o los turnos de trabajo de todos, no habían podido quedar en unos meses. Estuvieron toda la noche hablando de fútbol, coches, madres histéricas, exámenes retorcidos, y el tema que más odiaba Sam: chicas.

Sam hacía una semana había terminado la relación que tenía con una chica desde varios meses atrás. La había conocido hacía un año pero no habían empezado a ser pareja hasta bastante después. Sam había ido allí pensando que sus amigos lo ayudarían a despejarse, y que esa sería la última cosa en la que pensaría. Se equivocaba.

Escuchaba a lo lejos a sus amigos bromear y contando batallitas, y de repente un comentario le sacó de su reflexión interna, llamando su atención; "Es que aquí ninguno es como Sam, Sam las puede tener a todas".

"Pero yo no quiero tenerlas a todas, idiota", pensó, "yo solo la quiero tener a ella."

Y como no podía tenerla, hizo lo único que podía hacer: beber.

•••

Cerca de las tres de la madrugada, Sam se levantó de su asiento no sin esfuerzo; estaba borracho, aunque él nunca había sido de ese tipo de personas. Cogió su chaqueta y antes de salir del pub, se paró delante de un espejo en el que pudo ver reflejados sus ojos azules, y el que confirmó que su tupé marrón seguía bien peinado. Salió el primero, y no quiso esperar a los demás. Necesitaba estar solo. Anduvo en dirección a su casa durante unos minutos, y al llegar a ella, se paró junto a la cabina telefónica que había enfrente de ella. Y marcó el número de Alex.

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