Capítulo I

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Terrence Granchester, era ante los ojos de la sociedad Neoyorquina el magnate mas cotizado de la ciudad y de todo los Estados de la Unión Americana. Nació con una gran fortuna bajo sus brazos, pero también con un sin número de responsabilidades sobre sus hombros. No tenía queja alguna sobre su niñez ni su adolescencia, gozó cada una de esas etapas de su vida como cualquier otro chico de su edad... claro... cabe aclarar que tuvo muchas ventajas. Viajes de vacaciones a cualquier parte del mundo, autos, dinero, fiestas, amigos, "amigas" dispuestas a hacer lo que fuera por él y un ejército de empleados que estaban atentos a suplir todas sus necesidades, pero... nada dura para siempre; al cumplir los 25 años de edad, tuvo que ponerse a la cabeza de los negocios de la familia luego que a su padre se le ocurriera la grandiosa idea que era el momento de que él ocupara el lugar que le correspondía y para el cual fue instruido.

—¡Genial! —fue su única respuesta una vez estuvo en la privacidad de su habitación —no tengo elección —resopló —tendré que asumir la presidencia de las empresas. Adiós diversión —suspiró —a partir de mañana comienza un nuevo capítulo de mi vida —curvó sus labios —no es tan malo después de todo, ahora podré aplastar la cabeza del idiota de Daniel Leagan como la vil serpiente que es, me reiré de su petulancia y le quitaré esos aires de gran señor, le demostraré lo que un Grandchester es capaz de hacer para mantenerse en la cúspide.

—Pobre idiota, jajajaja —sus carcajadas resonaron en el silencio de su habitación —sigue soñando con que los hoteles de tu familia pueden competir con nuestras exportadoras. Quizás en tu mundo de burbujas consigan hacerlo —tras decir esto, tomó su celular e hizo una llamada y cuando culminó esta, se despojó de su ropa y se metió entre las sábanas de su cómoda y amplia cama.

El sonido de la alarma lo despertó.

—Hoy es el gran día. —musitó tras desperezarse. Salió de su cama. —Las ventajas de dormir sin ropa —sonrió —Se dirigió al cuarto de baño y se duchó, tomó la toalla, se secó las gotas de agua que corrían por su piel desnuda, salió del cuarto de baño y dirigió sus pasos al closet, tomó uno de los trajes, y se vistió. Se vio al espejo para asegurarse que no habia olvidado nada.

—Debo lucir impecable para dar una buena impresión —dijo antes de salir de su habitación y dirigirse al comedor

—Te ves encantador esta mañana —lo piropeó su madre en cuanto lo vio ingresar.

—¿Que insinúas con esta mañana? —preguntó con fingido tono indignado —¿Es acaso que los demás días no lo he estado?

—Eres un pretencioso, y lo sabes —le respondió su madre tras fracasar en su intento de no reír por sus palabras

Tras terminar el desayuno en familia y una charla trivial, el joven castaño se puso de pie y se despidió de sus padres.

—Buena suerte cariño —su madre depositó un beso en su mejilla izquierda.

—Gracias madre.

La brisa matutina golpeaba su rostro conforme bajaba las escaleras de dos en dos, se le había hecho tarde. Era su primer día de trabajo.

—Maravilloso, lo que me faltaba —musitó al ver que comenzaba a llover. Cruzó la calle y se dirigió a su auto, abrió este e ingresó. Tras encender el motor lo puso en marcha.

—¿Es que todo el mundo se ha quedado dormido? —farfulló al ver el congestionamiento vehicular —giró ligeramente el timón de su Mercedes Benz convertible en un intento de salir de aquel embotellamiento.

—¡Mierda! —gritó al ver que por su descuido, terminó estampada detrás de un lujoso Lamborgini color negro. Salió de su auto para revisar los daños

EL MAS HERMOSO IDIOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora