II. Christopher

768 63 36
                                    

Recibir constantemente el rechazo podría ser problemático, o incluso, destructivo. Tus defensas y autoestima comienzan a deteriorarse rápidamente, el sentimiento de insuficiencia te abarca por completo y tus ganas de intentarlo dejan de existir. Todas estas sensaciones son terriblemente difíciles de controlar para un adulto, pero, para un niño, podría ser algo imprescindible para su futuro, para la clase de persona en la que él se va a llegar a convertir.

El sol de la tarde se veía completamente imponente sobre lo alto del cielo, y el aire puro soplaba con intensidad. Las grandes montañas se alzaban casi como un escudo ocultándolos del mundo y brindándole una inminente seguridad de la cual estaban completamente agradecidos.

El bosque Heulen era el hogar de Christopher Lange, un niño de once años de edad, su cabello era negro al igual que sus ojos, era alto para su edad y de cierta forma atlético. Sus ropas no eran las mejores, pero intentaba mantenerlas lo más limpias posible, ya que él era un licántropo. 

La manada Heulen se caracterizaba por la fuerza de sus lobos, por eso Christopher aspiraba a ser uno de los más poderosos, sus motivos para esto lo empujaban a esforzarse siempre. 

El sonido del río pegaba fuerte en los oídos sobrenaturales de Chris, el niño se dirigía hacia él ya que quería pescar algo para llevarle a su abuelo y así tener algo bueno que comer, realmente deseaba probar algo de pescado después de varios días sin saborearlo. 

Al llegar al cuerpo acuoso, introdujo sus pies en el agua y se sintió muy bien el contraste del calor del sol con el frío del agua. Christopher no comprendía muchas cosas de su manada, desde que él podía recordar, era tratado de manera cruel por los habitantes del pueblo, casi como si él fuese una plaga, casi como si él fuese algo profano que se debía aborrecer... 

Quizá todo fuese simplemente una percepción errada, infectada con algo de maldad.

La maldad entre los lobos era algo latente, se suponía que la magia natural que había en ellos debía ser respetada, ya que si un lobo rompía la mayor regla natural entre ellos, la magia se infectaría y se iría contra ellos. 

Christopher trataba de ser bueno, constantemente se esforzaba en ayudar a su abuelo y en lograr sobrellevar el rechazo de su gente, incluyendo a los niños de su comunidad los cuales, al igual que sus padres eran crueles con él. 

El peli negro dejó de pensar tanto en esas cosas que sólo lo hacían sentir mal y se enfocó en su misión, conseguir algo de pescado para la cena. 

El abuelo de Chris, Jason, pasaba la mayor parte del día ocupado, por lo cual el niño podía salir a realizar este tipo de tareas y llegar antes que el sol se ocultara en las montañas. 

El conseguir pescado era relativamente fácil para él, aprovechaba sus sentidos sobrehumanos para localizar a los seres acuáticos, y luego procedía a capturarlos. Cosa que realmente le encantaba al niño pelinegro. 

Christopher no quería admitirlo, pero estar tan lejos del pueblo lo hacía sentir mejor, no le gustaba esas crueles miradas dirigidas hacia él como si lo culparan del mal que hay en el mundo. Incluso, cuando se dirigía al pueblo, podía escuchar los murmullos de las personas a su alrededor, hablando sobre él, de cosas que había preferido no escuchar por su bien. 

Se supone que el alfa de la manada, Jonathan Keller, debía hacer algo en contra de las personas que eran tan crueles con él, ya que uno de los decretos de la manada era que no se podían crear malos lazos entre las unidades de dicha "Familia", ya que en los tiempos de oscuridad en los que estaban, el tener conflictos internos sólo podría empeorar la situación actual; pero Christopher nunca había visto que el alfa dijera algo, el hombre iba a su cabaña una vez al mes, ya que debía supervisar algunas cosas con su abuelo, pero el chico no sabía si él era consciente de la situación de los pueblerinos con respecto a él. 

August: Heredero © |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora