Capitulo IV- A solas

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Taichi y Meiko se dirigieron una breve mirada, estaban solos.

―Lamento ser tan inoportuna―agregó Mei―. Pedí ayuda a Mimi-san, pero estaba fuera de la ciudad y Sora-san parecía algo ocupada...

Taichi se rascó la cabeza y pensó un poco más en su situación. No debía ser fácil para ella tener que pasar por un proceso de mudanza en una ciudad ubicada a kilómetros de su ciudad natal y su familia. Tottoi quedaba en verdad muy lejos.

Pensó que, aunque su reencuentro no había sido el mejor, debía esforzarse más por ayudarla.

―En realidad―dijo ―, soy yo quién debe una disculpa―y adoptando una reverencia, exclamó―. ¡Lo siento mucho! Sí no hubiese ignorado los mensajes de Kari, no habrías tenido que pasar por esta incómoda situación.

―¿Eh?, ¡no!, no estoy incómoda ―contestó Mei sintiéndose algo alarmada―estoy bastante bien, quiero decir, me alegra que seas tú quién me ayude... bueno no quiero decir que no agradezca lo que Mimi y Sora han hecho por mí... esto... esto...

Taichi dejó escapar una risilla, había olvidado lo tierna que podía ser Mei. Pero al ver que esta se sonrojaba demasiado, se contuvo, no quería que malinterpretara la situación después de lo ocurrido.

―No te preocupes―le dijo―, te ayudaré en lo que necesites. Pero primero, ¿te importa si me cambio de ropa?

Así, mientras Taichi tomaba una corta ducha, Meiko aguardó en la habitación, ocupando el mismo puesto que había tomado durante el desayuno.

Pronto la habitación se invadió por él sonido del agua. Mei pensó en varias formas de distraerse mientras esperaba a Taichi, pero era muy difícil concentrase y de vez en cuándo miraba hacia la puerta del ofuro.

―Cálmate―se dijo así misma en voz muy baja.

La imagen del televisor la había tomado un poco desprevenida y no podía dejar de pensar en eso.

―Tiene 24 años―continuó―, es normal que Taichi-san piense en esas cosas.

Y un fugaz pensamiento cruzó por su mente, era la imagen de Tai en el lugar del hombre de la cinta. La chica con la que Tai estaba era...

―No, no, no―negó con la cabeza―Meiko eres una pervertida.

―Mochizuki-san.

Escuchar su nombre la asustó, como si Taichi hubiese leído sus pensamientos, descubriéndola  en el acto mismo de la perversión.

―¿Mochizuki-san?

Volvió a escuchar, sé había olvidado de contestar.

―¿Sí?

Contestó seguido de un quejido, se había levantado demasiado rápido y se había golpeado la pierna con el kotatsu.

―¿Estás bien?

Le preguntó Taichi desde el baño.

―¡Sí!―afirmó con fiereza Mei tratando de aguantar el dolor- ¿Sucede algo?

―Es que... bueno... olvidé sacar otros pantalones, ¿podrías..? Ya sabes...

―¡Sí!―volvió a afirmar con energía Mei.

Trataba de responder rápido y con decisión, aun con la imagen sucia de Taichi en su mente. No podía calmarse, pero Taichi la necesitaba.

―Buscaré de inmediato―contestó sin dejarle continuar. Y mirando el primer cajón, debajo del televisor, se acercó a él sin pensarlo mucho―, este cajón, buscaré en este cajón.

El cajón que Meiko tenía a la vista era aquél donde Taichi guardaba su digivice.

―Espera, no te he dicho dónde...―Tai descorrió levemente la puerta del ofuro y echó un vistazo―¿Mochizuki-san?

Y al ver a Mei acercándose al cajón, entró en alerta, no quería que ella viera lo que había dejado allí, no se sentía listo para hablar sobre ello.

―Espera, Mochizuki... ¡Meiko!

La puerta del ofuro se abrió estrepitosamente mientras de él salía Taichi, quien corrió hasta Mei, pero dado que su cuerpo estaba aún mojado no pudo evitar resbalarse sobre sus pies, haciendo que la toalla que le colgaba de la cintura se desprendiese.

Para evitar caer, Taichi sujetó el siguiente objeto firme a su alcance y este objeto era el hombro de Mochizuki.

Los dos cayeron al suelo y la habitación quedó en silencio por unos segundos mientras se recuperaban del golpe.

Meiko quedó tendida boca arriba, algo sorprendida, sin haber logrado abrir el cajón que tanto le preocupaba a Tai. Taichi, por su parte, había caído sobre ella, logrado apenas contener el golpe con sus brazos.

Por un momento todo fue confuso. El rostro de Meiko estaba descubierto, pues sus gafas habían ido a parar un poco más allá de su cabeza. Sus ojos se achicaban intentando mirar bien, pero Taichi estaba tan cerca que era difícil no verlo, incluso sin sus gafas. Se preguntó qué sucedería. Era demasiado pronto para actuar, así que se encogió hacia un lado y pidió su anteojos. Taichi pareció reaccionar con el comentario y alargó el cuerpo para alcanzarlos y entregárselos a Mei. Luego se levantó lentamente hasta que los dos estuvieron sentados.

―Perdón―dijo Taichi, mientras Meiko se ajustaba los lentes.

A Tai le pareció normal que Mei no lo mirase, debía sentirse más incomoda de lo normal, incluso tal vez molesta.

―Esto... ¿Yagami-san?

―¿Sí?

―Esto... tal vez deberías... bueno... ponerte tus pantalones.

Tai miró a su alrededor y vio que la toalla se había incrustado entre el kotatsu y la cama, lo que significaba no otra cosa, sino que estaba desnudo. De inmediato, se cubrió sus partes intimas y fue a encerrarse en el baño, no sin disculparse varias veces.



Taichi y Meiko, El recuentro. Una ero-historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora