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Nina no se sentó a esperar, en el fondo de su corazón sabía que Caleb no volvería hasta mucho después.

No buscó explicaciones, no se hizo preguntas insensatas ni sintió angustia.

Sola de nuevo, dejó de preocuparse de tener que dar razones, o de que algún amanecer la señorita Lucero dejara de lado sus obligaciones para ir sin ningún motivo a su habitación.

Entre tanto, Nina olvidó el miedo a la señorita del terror, y aunque ésta respondió con malos tratos, la chica que tanto miraba a Caleb ya era una mujercita y un día salió con una maleta llena de vestidos y recuerdos.

Sin rumbo ni sentido, sin hogar ni origen, Nina caminó un largo trecho y encontró una casa de ensueño, con arboles de las frutas que más adoraba, con sus flores favoritas y con un aroma a vainilla que la envolvió con fuerza.

La mujercita vio que por una ventana se asomaba el chico del cual se enamoró y le sonrió, mientras Caleb suspiraba aliviado de que ella le hubiese encontrado.

Cuentos de siempre acabar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora