Lᥲ ᥣᥙᥒᥲ ᥒo ᥣᥣorᥲ

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Todos los males empezaban con un trueno.

Ramificados en una maraña de luces eléctricas brillantes se abrían paso entremedias de las nubes turbadas. La capa grisácea se fundía con la negrura del crepúsculo.

No era habitual que se adelantaran al viento. Tampoco al paso del tiempo.

Los rayos descargaban su luz queriendo alcanzar tierra firme, tal vez intentando asustar a los que vivían en el suelo. Pobres e indefensas eran las personas cuando al frente se encontraban las centellas del temporal airado.

Así de vulnerable se sentía ella.

La señorita lo supo desde el primer momento en el que vio el cielo; aquella noche traía consigo una fuerte tormenta. Lluvia, rayo, viento, polvo. No era de extrañar que el cochero se encontrara en aprietos conduciendo el carruaje por el cascajal. Los caminos sinuosos del bosque eran difíciles de atravesar de por sí, la bruma añadida, húmeda, entorpecía la visión del conductor. Era un hombre hábil e intuitivo, experimentado en viajar acompañado por la tempestad, razón por la cual había decidido continuar el viaje a pesar de la climatología tan adversa.

Aunque esa tormenta era un poco diferente. Las nubes descargaban sus lágrimas furiosas y sin embargo, los relámpagos emitían sus mensajes con calma.

Era la combinación capaz de retorcer el tiempo.

La cabina se sacudía de un lado a otro cuando las ruedas se hundían en los huecos de la tierra. La joven dama se agarraba al asa diseñada cuidadosamente para ello, pero por más que se sujetara del asidero, no evitaba irse hacia los lados por culpa de la inercia.

Sin duda iba a ser un largo, largo viaje.

Se arrepentía de haber accedido a ir a la institución para señoritas de madame Anelise. Pensó que no sería realmente una mala idea. En realidad, estaba dispuesta a ello con tal de hacer felices a los señores Winepray. Sabía que pasaría todo un año internada, adquiriendo modales y maneras, aprendiendo a coser, cocinar, y probablemente, a cantar. Y no le importaba, incluso aunque ninguna de esas labores fuera de su interés.

El trayecto hasta la escuela de damas iba a ser, sin duda alguna, soporífero. La palabra 'interminable' asomó por el rincón más arcano de su mente, no por acompañar el pensamiento anterior, sino por regresar a la recurrente cavilación referida a la galerna.

Conducir por la noche era peligroso, pero el cochero había hecho una excepción a petición de los Winepray. Después de todo, el ingreso de la señorita había sido tan improvisado como su viaje.

Aunque el camino era irregular el carruaje se había estado abriendo paso sin problemas. Fue de pronto que la calesa dejó de moverse tras un frenado en seco.

La voz del cochero intentando tranquilizar a los caballos llenaba de inquietud a la muchacha, que trató de asomar la cabeza pero recibió una orden firme; quedarse dentro y en silencio.

Aquella noche los truenos rugían como nunca. Ayla se tapó los oídos con tal de no escuchar el furor de la tormenta que cada vez era más intensa, ignorando así la confrontación que se estaba produciendo fuera de la carroza, bajo la lluvia tempestuosa. Tanto, que la tierra temblaba por dentro. Sin embargo, ni los estampidos del temporal ni las diatribas del cochero asustaban a esos bandidos. La joven rebotó en el asiento en el instante que una centella retumbó cerca. Pudo escuchar los relinchos de los caballos asustados y el sonido de vidrios al quebrarse.

La sensación de ahogo empezaba en el pecho y ascendía por la garganta, dejando una opresión en el tórax. Era el miedo. Era el pánico. Era exactamente la sensación de que iba a morir. Temblores, náuseas y mareo. El corazón bombeando sangre, sacudiéndose como una maraca.

Lᥲ doᥒᥴᥱᥣᥣᥲ dᥱᥣ ᥣobo 🐺 Razor ▪︎Genshin Impact▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora