She's in parties

355 42 10
                                    

De repente sus ojos azules eran más transparentes que antes.

No habían vivido exactamente lo mismo pero estaba seguro que ella había estado tan cerca de la muerte como él mismo.

Nunca había estado tan conectado física, ni mental o espiritualmente con alguien.

No podía dejar de mirarla.

De alguna manera sabía que no tenía que aclararlo pero explicó lo que verdaderamente había pasado en Flevance como una especie de confesión; cuando ella mencionó Ohara de ninguna manera pensó que que fuese la hija del diablo, sabía que eran patrañas, justo como las de Flevance, y entendió más cuando le explicó lo sucedido.

El mundo no existía, solo ellos dos.

Estaban en un mundo paralelo. 

Comprendió por qué era arqueóloga: era una forma de honrar a sus muertos, bien lo sabía él; y así como él le debía la vida a alguien más, ella debía tener su propio Cora-san.

Quería preguntarle, compartir con ella lo sucedido, y a la vez no necesitaba saber más, entendía perfectamente, tal vez mejor que nadie en esa sala, como se sentía y cómo había vivido. Una extraña pero fuerte conexión los unía.

De repente, quiso decir tantas cosas y a la vez nada, quería quedarse así con ella, pero también se apoderaron de él unas ganas tremendas de tocarla, abrazarla.

No había nada en el mundo que quisiera hacer más que seguir con ella. Ella tampoco se movía, lo observaba con sus cristalinos ojos azules y la boca ligeramente abierta por la sorpresa, él le devolvía la mirada, gris, intensa, con los labios fuertemente apretados para no decir más. No había nada más que quisiera hacer que descubrir el nuevo mundo con ella, compartir historias, platicar con ella. Por supuesto no se pondría a hablar más de su pasado ahora, no era el lugar, ni tampoco el ambiente, pero no quería perder la conexión  que había surgido entre ellos.

Se encontraban en una burbuja, la fiesta les era totalmente ajena a ellos; ajeno a todo como nunca se había sentido. 

Se movieron por momento, como en cámara lenta, sus dedos empezaron a rozarse cuando la burbuja se rompió.

Fue rota por de repente por Luffy, quien sin darse cuenta de la atmósfera que los rodeaba, llevó a Robin a saludar a Vivi, ella le dedicó una última mirada mientras él se quedaba en el sillón solo, con el corazón palpitando de emoción y el cerebro pensando a mil por hora.

¿Qué clase de conexión habían experimentado? (Porque estaba seguro que no era solo él quien la había sentido) Se rehusaba a creer en el destino, pero por una causa de suerte se había encontrado con esta chica tan parecida a él.

Por muy pragmático que fuese desde que Cora-san, apareció en su vida no consideraba los encuentros fortuitos meras coincidencias. Sabía el poder que podía ejercer una persona en la vida de alguien. Eso lo emocionó y lo alertó al mismo tiempo.

Habían bailado al mismo ritmo sin mayor problema, coqueteándose descaradamente con gusto.

Todo encajaba, era una situación muy natural, las cosas habían fluido como el cauce de un río y eso era lo que más le gustaba de esta situación.

Todo lo que sentía, la atracción física, el juego, la plática, todo, era real.

Tan real que preocupaba un poco.

La siguió con la mirada mientras se llevaba una mano a la barbilla, discutiendo con su fuero interno.

Ser tan parecidos podría ser un problema, o no, dependiendo de como se le viese.

Ella saludó a la steamgoth con una sonrisa corta y modales impecables,  más propio de una cuestión diplomática que de una  fiesta, pero la chica de pelo naranja las abrazó a ambas tratando de liberar la tensión, al final ambas sonrieron cediendo a los deseos de la chica.

Recordó por un momento las palabras de Sanji que le hacían eco en el fondo de su cabeza, ¿Y si tenía novio?, ¿o si solo quería pasar un buen rato en la fiesta y ya?

La observó con más atención que antes, tratando de calmar la emoción. Su parte racional le decía que no solo porque tuviesen cosas en común los hacía más cercanos, que no significaba nada, pero su corazón no dejaba de palpitar de emoción, no era un deseo de posesión lo que sentía, sentía una especie de placer que se gestaba entre iguales, que deseaba explorar más.

Luego empezó una canción que quedaba como anillo al dedo, una que a él le gustaba mucho, las tres chicas en afán de demostrar que todo estaba bien entre ellas, comenzaron a bailar, y la observó de nuevo bailando, pero está vez no estaba sola, ni tenía los ojos cerrados, está vez disfrutaba de la canción con sus amigas y de vez en cuando volteaba a verlo.

No sabía si levantarse y unirse al ritmo de la canción o solo observar desde lejos, aunque ya no fuese suficiente. Quería tocarla, quería olerla y estar cerca de ella, quería ser su centro de atención.

La canción hacía juego con la luces del lugar, ella en una fiesta siendo el centro de atención de él. La miraba reconociendo lo que había visto antes: los brazos multiplicarse, las cadenas tintineantes, su estilizada figura dando giros y vaivenes con la cadera, la faldita roja de un lado a otro, el cabello libre y el brillo de sus ojos.

La observaba atentamente con gusto y alarma. Una parte de él quería convencerse que no necesariamente indicaba una atracción más allá de la elemental.

De repente, ella se alejó de sus compañeras y se dirigió directamente a él, caminaba sin prisa, con gracia, al ritmo de la canción. Le estaba bailando.

Su corazón se aceleró y su entrepierna se endureció.

Llegó ella al sillón y en un sugerente movimiento dobló la rodilla y la colocó en el asiento del sillón justo entre sus dos piernas sin rozarle siquiera el pantalón. Fue su turno de extenderle la mano para que bailaran juntos, él ya no pensaba en que tal vez ella no quería nada con él, que era mera coincidencia; le decía con su sonrisa sensual, su muslo entre sus piernas y su mano extendida que ella también sentía el mismo interés que él.

La aceptó, no se hizo del rogar, sería descortés aceptar tan abierta invitación y más después de haberse descubierto el corazón.

Era más bien cosa de arreglar los pormenores.

Bailaron juntos de nuevo la canción les quedaba perfecta. Ella en la fiesta con la luces y los efectos bailando. Y él hipnotizado con su belleza y sus secretos.

Esta vez bailaron más lentos. No pudo evitarlo, ella levantó los brazos y él estiró el suyo colocándolo bajo el de ella tocándose por primera vez, con la mano libre hizo una ligera presión sobre su cintura jalándola hacia él, su cabello inundó su cara y para evitarlo acomodó su barbilla por encima del hombro de ella.

La chica no opuso resistencia, se dejó llevar por los movimientos que él dictaba.

Pero no era él único que quería dirigir, ella entrelazó sus dedos con los de él y bajó ambos brazos rozando levemente sus pechos y su vientre. Soltó a Law para darle la cara y el cabello pasó por su nariz dejándole el aroma a lavanda y romero.

La estaba re-conociendo, con sus aromas profundos y sus marcas tristes, con su andar ligero y sus ojos brillantes.

Él se acercó chocando frente con frente. ¿Cuántos centímetros le ganaba? ¿Tres? Ella tenía la nariz recta y él más bien chata y aún así, las puntas de ambas narices se rozaron tiernamente.

Su primer beso, quizá.

La canción duró muy poco.

Abrir con Bisturí una FlorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora