Capítulo catorce

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Me quede dormida no sé a qué hora, me dolía el alma y nadie más que Mayte podría sanarme. Sentí a papá dejar un beso en mi frente y abrí suavemente los ojos, me dolían muchísimo.

— Feliz cumpleaños pequeña. —acarició mi cabello, me senté y me metí entre sus brazos como cuando era niña. — ¿Qué pasa? —susurró.

— Nada. —sonreí y lo observé.

— Es para ti. —me entregó una cajita y al abrirla me encontré con las llaves de un auto. Grité emocionada y me levanté corriendo hasta asomarme por la ventana. Frente a la casa estaba estacionado un Volkswagen new beetle descapotable, siempre había querido uno. Abracé fuerte a papá. — Gracias, papi ¡me encanta! —me dio un beso en la frente.

— Sabia que te iba a gustar, mi vida. —me abrazó. — Ve a bañarte mientras hago el desayuno, o vas a llegar tarde a la escuela. —sonrió y salió de mi habitación

Volví a echar un vistazo por la ventana sin podérmelo creer. Corrí a bañarme y cuarenta minutos después ya iba detrás del volante de mi auto nuevo en dirección a la escuela. Al llegar ahí varias personas se acercaron a felicitarme por mis 18 años, agradecí y fui al salón.

No había tenido tiempo de pensar en Mayte, hasta que llegó la clase de historia y Manuel entró al salón. Tomé mi celular con la esperanza de tener un mensaje de ella, pero no fue así. Suspiré, Mayte jamás iba a hacerme caso. Cuando por fin se escuchó el timbre, tomé todas mis cosas y salí rápidamente. Grace me había invitado a comer, así que subí en mi auto y manejé en dirección a su hogar. Tenía ganas de decirle lo que paso entre May y su novia. Pero tal vez no era correcto.

Al entrar en su casa, me encontré con un pastel y todo decorado, reí.

— ¡Felices dieciocho, perrita! —me abrazó fuerte.

— Ay, te amo. No debiste. —sonreí mirando todo.

— ¿Cómo no? Ya eres legal, ahora sí puedo llevarte a la perdición lésbica sin correr riesgos. —me guiño el ojo.

— ¡Basta! —reí. — Estas muy loca.

— Ya sé, ¿quieres una cerveza? —dijo abriendo el refrigerador.

— Solo una, debo manejar a casa.

— Que aburrida. —sacó dos cervezas y sirvió la comida, había preparado lasagna, mi favorita. Luego de comer, me cantó las mañanitas y comimos casi todo el pastel mientras me contaba cómo iba su relación con Fernanda y hablábamos de trivialidades. La tarde se me pasó volando, cuando me di cuenta ya iban a dar las 6:00 pm.

Me despedí de mi amiga y salí rumbo a mi hogar, encendí el reproductor conectando mi celular.

La voz de Axel comenzó a entrar por mis oídos y suspiré pensando en mi vecina, la vida definitivamente no quería que la sacara de mi cabeza.

"Tenerla tan cerca me hace volar
Porque es toda mi vida, mi amor, mi verdad
Si pudiera romper la barrera
Tomarla en mis brazos, decirle te amo
Poder confesar...
Pondría en sus manos un ramo de sueños
Y envuelta en mil besos mi fidelidad
Le diría que el tiempo no existe
Si es amor de verdad
Aunque doble mi edad"

Volví a suspirar, aquella canción describía perfectamente mi sentir, era como si yo la hubiese escrito. Llegué a mi hogar, y al entrar me encontré con un arreglo de claveles rojos en la mesa. Me acerqué tomando la tarjeta que sobresalía.

"Un día me llevaste una rosa y un Merlot, yo te devuelvo claveles y una invitación a mi vida. Paso por ti a las 8:30 pm. "
M. L

Sentí las manos sudar ¿qué significaba aquello?, volví a leer la nota y tragué grueso.

— Invitación a mi vida. —repetí en voz alta. Tomé las flores subiendo a mi habitación, las dejé en el escritorio y me metí a bañar, no sabía qué pensar. Me arregle y justo como decía la nota, a las 8:30 pm escuché el timbre. Bajé y al abrir la puerta ahí estaba ella. Traía puesto un vestido negro que se ajustaba perfectamente en su escote y llegaba hasta un poco más abajo de sus rodillas, su pelo estaba suelto y caía en olas por sus hombros. Tenía un maquillaje suave que le hacía resaltar sus facciones, y aunque traía tacones, seguía siendo más bajita que yo.

— Hola, bonita. —dijo sonriendo.

— Estás preciosa. —dije sin apartar mi mirada de ella.

— Gracias, tú también. Pero oye, me puse los tacones más altos que encontré y aún así sigues siendo enorme. —reí y le tomé la mano dejando un beso suave. — ¿Nos vamos?

— Sí. —tomé mis cosas y caminamos a su auto, Mayte me abrió la puerta para ayudarme a subir, cuando ambas estuvimos dentro encendió el motor y yo no dejaba de mirarla mientras manejaba. Estaba realmente hermosa y me moría por volver a besarla.

Señora MayteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora