Tony Stark queda destrozado tras el abandono de Steve después de la Civil War.
Su recuerdo le atormenta día y noche, desesperado por volver a recuperarle, cuando un tímido y alegre muchacho, reclutado un mes antes para la pelea en Alemania, reaparec...
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Estaba subido al ático de uno de los edificios de Hell's Kitchen.
Aún llevaba puesto el traje de Spider-Man, ya que había pasado toda la mañana intentando mantenerse ocupado patrullando, pero le había sido imposible concentrarse.
Sentado sobre el suelo, con las piernas cruzadas y la máscara retirada, Peter lloraba desconsoladamente.
—¿Necesitas algo?—preguntó una voz a sus espaldas.
Estaba tan hecho polvo que ni siquiera su sentido arácnido le había advertido de que tenía a alguien cerca. O, quizás, aquello significaba que esa persona no era una amenaza.
Fuera como fuese, el chico hizo aparecer su máscara nanotecnológica rápidamente, ocultándole, y se puso de pie a la par que se giraba.
Era Daredevil.
—No hace falta que te escondas, Spider-Man—le aseguró el justiciero—. No puedo verte.
—No entiendo—respondió, confuso—. ¿Cómo que no puedes verme?
Le vio sonreír, oculto tras su media máscara granate.
—Soy ciego, Peter.
—¡KJSAHHAG!—Su sorpresa le hizo soltar una letra tras otra, sin conseguir articular nada decente, mientras se tambaleaba—. ¡¿Cómo?! No... Yo no me llamo Peter... Me... me llamo... ¡Juan! ¡Juan... Juan Méndez! ¡Y tú no eres ciego! ¡Te he visto pelear!
—Soy ciego—Se señaló, y después a él—, y tú eres Peter Parker. Juan es un nombre hispano que no te pega nada.
—¿Cómo sabes...?
Daredevil se acercó a él. Peter siguió tartamudeando hasta que consiguió hablar de nuevo:
—¿Y... y qué haces aquí en pleno día? ¡Siempre sales de noche!
—Te he escuchado llorar desde mi casa.
—¿Tan fuerte se me escucha?—se ruborizó bajo el traje—. ¿Dónde vives? ¿En este edificio?
—A una manzana de aquí.
El chico dio una vuelta completa sobre sí mismo.
—¿Dónde está la cámara oculta? Esto es muy raro, tío. ¿Cómo me has escuchado?
—No eres el único con superpoderes aquí—respondió el hombre—, sólo que lo míos los desarrollé de manera natural.
—Menos mal. Ya temía que me dijeras que te había picado un demonio.
El otro se rió.
—Me caes bien, Peter—le dijo con voz amable—. Hemos coincidido poco, pero ya sé lo que es pelear junto a ti, y tus hazañas son dignas de mención. Sólo me preguntaba, al escucharte tan mal, si querrías hablar sobre lo que te pasa.
