Ángel González

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Vosotras, piedras 

violentamente deformadas, 

rotas 

por el golpe preciso del cincel, 

exhibiréis aún durante siglos 

el último perfil que os dejaron: 

senos inconmovibles a un suspiro, 

firmes 

piernas que desconocen la fatiga, 

músculos 

tensos 

en su esfuerzo inútil, 

cabelleras que el viento 

no despeina, 

ojos abiertos que la luz rechazan. 

Pero 

vuestra arrogancia 

inmóvil, vuestra fría 

belleza, 

la desdeñosa fe del inmutable 

gesto, acabarán 

un día. 

El tiempo es más tenaz. 

La tierra espera 

por vosotras también. 

En ella caeréis por vuestro peso, 

seréis, 

si no cenizas, 

ruinas, 

polvo, y vuestra 

soñada eternidad será la nada. 

Hacia la piedra regresaréis piedra, 

indiferente mineral, hundido 

escombro, 

después de haber vivido el duro, ilustre, 

solemne, victorioso, ecuestre sueño 

de una gloria erigida a la memoria 

de algo también disperso en el olvido.

Ángel González.

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