La persona que rebalsó el vaso

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La maestra seguía hablando sobre otro tema, haciéndolo igual de aburrido que todos los días; supongo que, el hecho de que la clase no fuera más dinámica era uno de los problemas principales; el grupo de niños ricos sentado detrás mío no sabían con qué más pasar el tiempo, además de... mí.

El principal de ellos pegó una hoja con un dibujo ofensivo en mi espalda, no me sorprendía, todos los días eran iguales, ya sabía que esperar, pero no tenía el valor suficiente como para haberlos enfrentado antes; soy un blanco fácil, no tengo amigos o alguien con quien compartir la mitad de mi sándwich a la hora del almuerzo.  yo ignoraba sus insultos y burlas, pero ya estaba harto, no podía soportar más años de sufrimiento, me levanté de golpe con gran vergüenza y timidez.

- Maestra, m-me están acosando, Me golpean todos los días, se roban mi almuerzo y un total de $1200 - dije con la cabeza abajo, - ¿Quiénes? - dijo la maestra soltando una risa burlona, - ¡Ellos! - señalé con gran enojo al grupo; la maestra se rio diciendo - ¿Y qué quieres que yo haga? Siéntate y no vuelvas a interrumpir, - ¿Q-qué? -pensé sorprendido con la cabeza abajo mientras escuchaba las risas de toda la clase.

- Sabía que esto pasaría – susurre, - ¡Sabía que esto pasaría! – grité mientras sacaba una mini uzi 10 mm de mi mochila, - ¡Todos en esta clase van a morir! – solté en un grito mientras apuntaba a la cabeza de la profesora. Apreté el gatillo, - Se siente tan bien - pensé viendo el cuerpo sin vida de la persona que rebalsó el vaso.

La adrenalina recorría cada parte de mi cuerpo. La venganza es dulce. Los gritos de mis compañeros se convertían en una melodía que podría escuchar por siempre.

Comencé con aquellos que veían mi dolor de lejos, pasándolo por alto, una bala para cada uno; las risas de quienes se dejaban manipular para hacerme daño eran los siguientes, no hay excusa para no ayudar a quien lo necesita. "Amigos", se hacían llamar aquellos quienes solo me veían por necesidad, quienes me veían como escoria cuando mi dolor causaba placer y diversión, "amigos", se hacían llamar aquellos a quienes odiaba con todo mi ser.

Ya había teñido de rojo el salón, convirtiéndola en una habitación de terror; solo quedaba uno, Hadara, la persona que hizo de mi vida una constante pesadilla, una pesadilla de la cual era imposible despertar. 

- ¡Darrel, por favor! ¡Lo siento, sí! ¡Lo siento! Pero por favor ¡déjame vivir! –
Dijo Hadara con terror en su rostro,

- Ja, ¿Crees que un "Lo siento" soluciona todo? Hiciste mi vida miserable, me destrozaste por completo, así que tendré la misma compasión que tuviste por mí - Sonreí mientras terminaba con el terror de su rostro, apretando aquel gatillo con una satisfacción indescriptible.

La masacre apocalípticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora