XXVII

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Can

La veo llegar a bordo de un jeep conducido por un joven apuesto, lo saluda sonriendo y se dirige a la taquilla del puerto. Es hermosa como siempre, parece cansada y tiene una expresión triste, probablemente por la partida de su amigo Osman.
Estoy de pie en el aparcamiento del puerto, sentado en el scooter dispuesto a seguirla en cuanto se mueva, he pensado que si hablo con ella ahora mismo puede que no quiera escucharme y se vaya con el riesgo de perderle la pista de nuevo. Prefiero seguirla hasta donde se aloja para asegurarme de no perderla de nuevo.

Osman llega con su amigo modelo, veo que el tipo besa la mano de Sanem, una vez más me encuentro apretando los puños de celos, mi mente sabe que no tengo derecho a ella pero eso no le impide repetir incesantemente una sola palabra: MÍA.

Se sienta con Osman en un banco a hablar, se abrazan durante mucho tiempo y luego se despiden, está claramente triste por ver partir a su amigo, se queda mucho tiempo en el muelle viendo cómo el ferry desaparece en el horizonte.
En un momento dado se dirige hacia la carretera y veo que el tipo que la acompañaba le tiende una mano sonriente para ayudarla a subir al imponente jeep. Ah Can ah, cálmate no puedes pensar en golpear a todo el que ponga los ojos en ella.
Sigo el jeep que sube por el laberinto de calles estrechas que caracterizan a esta ciudad costera hasta que se detiene frente a la puerta de una imponente villa, es una residencia, evidentemente aquí es donde se aloja Sanem.
Se baja del jeep siempre riéndose de las bromas del tipo y desaparece dentro del gran portón, no puedo seguirla por dentro pero veo que el edificio da a la playa, aparco la moto y busco un camino de acceso al mar.
Bajo una serie de escaleras para llegar a la larga franja de arena que serpentea bajo la residencia, no puedo creer mi suerte cuando un poco más tarde veo a Sanem bajando a la playa un poco más lejos y sentado en la arena apoyando su espalda en un viejo barco de madera.

La miro durante unos instantes encantado mientras ella cierra los ojos disfrutando del silencio del mar y del calor del sol en su piel, entonces me armo de valor y voy hacia ella, es el momento de la verdad.
Debe haber oído mis pasos porque abre los ojos sonriendo, probablemente pensando que era otra persona, y luego me mira con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Se levanta y la veo vacilar como si se desmayara, le tiendo la mano para apoyarla pero se pone rígida y con un movimiento brusco se retira.

Esta ración me desgarra el corazón, ¿me tiene miedo mi Sanem? ¿Tiene miedo de que pueda volver a hacerle daño? Sin decir nada se da la vuelta a mi alrededor y empieza a caminar hacia las escaleras que llevan a su residencia, la llamo varias veces rogándole que me escuche, que me dé tiempo para hablar un momento. Alargo mi paso y la agarro de la muñeca para detenerla, la atraigo hacia mí abrazándola y estrechándola contra mi pecho, con la respiración entrecortada nos miramos a los ojos. Los suyos están llenos de toda la tristeza que puedo reunir, mi corazón se aprieta, nunca la he visto así, ¿cuánto la he herido?

- Sanem, lütfen, ¿podemos hablar un momento? ¿Puedes darme unos minutos? -

Me mira y un destello de ira aparece en sus ojos.

- ¿Por qué, qué tienes que añadir a lo que ya me has dicho? ¿Me escuchaste cuando te lo pedí? Ni siquiera me miraste, como si fuera invisible, como si no fuera nada para ti. ¿Tienes idea de lo que se siente? No, no tienes ni idea porque el gran Can es el centro de atención de todos, es el centro del mundo, lo que dice es ley, bueno dijiste que se acabó? Se acabó...

Estoy a punto de rebatir sus palabras cuando oigo una voz que viene de lo alto de la escalera de la Residencia.

-¿Qué pasa? ¿Sanem? ¿Estás bien? -

Me empuja para liberarse de mi agarre y alejarse.

-Sí Andrea todo está bien, el caballero ya se iba -

Empieza a subir las escaleras y estoy a punto de seguirla cuando el joven que Sanem llama Andrea baja corriendo y se interpone entre nosotros.
- Amigo, entiendo que te estabas yendo, ¿verdad? - Me dice en inglés y yo le respondo en italiano.

- Por favor, necesito hablar con ella. Te lo ruego...

Mientras tanto, veo a Sanem entrar por una pequeña puerta de hierro forjado escondida entre la vegetación en la parte superior de la escalera.

Andrea me mira asombrada al oírme hablar en su idioma.

- Tú eres él, ¿no? Tú eres el tipo que la hirió tanto, ¿no? Has destruido a esta pobre chica, qué más quieres de ella, vete y vuelve por donde has venido, déjala en paz-.

Al decir esto me da la espalda y sube las escaleras desapareciendo por la esquina del edificio.

Maldita sea una vez más no he podido hablar con ella, subo corriendo las escaleras hasta llegar a la pequeña puerta por la que ha entrado Sanem, está enrejada y no puedo ver nada más que árboles y arbustos más allá de la reja.

Bajo de nuevo a la playa y camino hacia el mar, me vuelvo hacia la residencia para ver a Sanem apoyada en la balaustrada de lo que debe ser la terraza de su apartamento. Levanto una mano para llamar su atención, definitivamente me ha visto pero en ese momento se da la vuelta y entra en la casa.

Maldita sea, ¿qué puedo hacer? Me dejo caer en la arena, me siento desanimado por cómo van las cosas, es terca como una mula pero ¿cómo puedo culparla, cómo me comporté con ella? Estamos hechos el uno para el otro, somos muy testarudos.

No puedo rendirme, he llegado hasta aquí y no puedo rendirme ahora, me quedaré aquí incluso durante días si es necesario, tarde o temprano conseguiré convencerla de que me escuche, tengo que demostrarle que esta vez no huiré ante las dificultades.

Me quedo mirando esa terraza hasta que la oscuridad me impide seguir viéndola, me levanto e intento volver a subir las escaleras hasta la puerta con la esperanza de verla salir, me quedo allí un rato, sentado en la oscuridad pensando en cómo puedo acercarme a ella, hasta que me doy cuenta de que es inútil.

Esto es todo por hoy, volveré mañana, no voy a rendirme, no esta vez.

Una oportunidad para volver a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora