1 - Enchufe

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Luisita bajó del coche dejando un gracias apresurado para el motorista. Arreglo la mochila en el hombro y miro el móvil adentrando en un bar de esquina. Nunca había estado en este bar, pero Marina lo había descubierto en la semana anterior. El bar aún estaba tranquilo para un viernes noche, pero todas las mesas estaban ocupadas, entonces se sentó en una butaca en la barra.

-Buenas noches que puedo servirte? – Dijo un muchacho sonriente, con un bigote adolescente, detrás de la barra, le recordaba a su hermano Manollín.

-Una cerveza por favor.

Luisita retiro la chaqueta y la dejo en el respaldo de la butaca. Miró al reloj, Marina estaba atrasada.

-Aquí la tienes. Soy Arturo, lo que necesites puedes llamarme.

-Gracias. - sonrió al muchacho. Y se volteó a mirar alrededor al mismo tiempo que sonaba un nuevo WhatsApp en el celular.

Marina:

-Ay Luisi, el bufete esta una locura. Sólo me he conseguido escapar, en una hora me largo y te encuentro. ¿Vale? Perdón.

Luisi:

-Tranquila Marina, lo primero es lo primero. Aquí te espero.

Por más que no le gustase esperar, sabía que el trabajo de Marina era realmente muy serio. Un bufete de abogados que la castaña había batallado para adentrar. El más famoso de toda zona. Y ahora estaba en su primer gran caso como abogada adjunta. Luisita está orgullosa de su amiga.

Saco el iPad del bolso y se puso a revisar sus diseños. Los pedidos iban en aumento desde el último que había hecho, para el vestuario de una serie adolescente. Ahora estaba enganchada en una identidad visual para una marca de productos de sex shop llamada Atómica, direccionados mujeres o personas con vaginas. Tomo el último sorbo de la cerveza y ordenó una nueva. Reposiciono las gafas sobre la nariz y se puso a trabajar un tanto más.

Del otro lado del bar una chica de rizos estaba absorta tras la pantalla de un MacBook, sus gafas hexagonales reflejaban la página inicial de Photoshop 6.

-Joder. - exclamó, antes de dirigirse a la barra. – Arturo, Arturo.

El mismo chico apareció con un trapo sobre el hombro. - Sí?

-bueno, es que necesito una mesa donde conectar el cargador y la única vacía está inmunda. ¿Podría por favor limpiarla?

Luisita levantó los ojos de la pantalla a mirar la chica que solicitaba tan raro pedido.

-Claro Meli, un momento.

Amelia sonrió y por obra del acaso, o del destino, como prefiera, se volteó a Luisita con la sonrisa puesta. Se quedo unos segundos mirándola a los ojos marones y brillosos detrás de las gafas, la rubia le dio una sonrisa en retorno y Amelia se percató de sus labios. Manejo de lado la cabeza y se volvió a su ordenador. Con la mirada de la rubia tras ella, que intentaba, con nada de suceso, no mirarle el trasero, en aquel jean apretado, enmarcando sus curvas y una camiseta una talla mayor que ella, dejando expuestos sus brazos definidos.

Los minutos fueran pasando y el bar iba llenando más y más a cada minuto, dejando la barra muy competitiva y ruidosa para que Luisita pudiera concentrarse en su trabajo y para finalizar la pantalla del iPad se apagó, sin que la rubia se percatase de los avisos de batería baja.

-Me cago en la puta. -perdón ¿hay un lugar donde pueda cargar mi iPad?

El muchacho miro alrededor antes de volver a ella con un gesto de disculpas.

-Perdón, pero todas están ocupadas. Sabes cómo es la gente actualmente. Vive pegada al móvil.

-Si si. - Luisita le dio una falsa sonrisa y volteó a mirar el local, miro el móvil.

Como te veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora