Preocupación

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No puedo pensar como un egoísta, es algo que llevo dentro y no puedo evitar preocuparme por los demás. ¿Qué dirá mi familia? ¿Qué pasará con Kumajiro? ¿Cómo reaccionará mi hermano? Más conflictos emocionales que tengo que resolver aún cuando eso signifique hundirme más en mi propio dolor.

Sabía que una vez empiece a preparar todo mi mente se volvería un caos, un quiero y no quiero, un "HAZLO YA" y un "¿por qué a mí?". No quería que mi amigo Kumajiro presencie esa parte de mí, a pesar de que ya me vio derrumbarme de a poco con los años, al menos quiero liberarlo de mi fase final. Llamé a un conocido, le dije si podía cuidar de Kumajiro de ahora en adelante, aceptó y colgó, un sujeto bastante frío, pero sabía que con él estaría bien.

Diablos, debía ir y llevárselo, salir otra vez, no quería hacerlo, pero era eso o dejar que mi peludo amigo viera algo muy feo.... Me di un buen baño despabilante, acomodé todas las cosas de Kumajiro en un bolso, le puse unos cuántos panqueques para el camino, y abrí la puerta. Había bastante nieve bloqueando la entrada, no tenía la voluntad ni el interés de ir por la pala, así que simplemente hicimos un túnel con las manos hacia fuera.

Una tormenta de nieve, cosa normal en esos días, el camino era lineal así que no nos perderíamos. Llegamos hasta Groenlandia donde estaba ese tal Ejnari esperándonos, le dejé a Kumajiro y sus cosas. Antes de irme le di una última mirada a mi amigo de toda la vida, quien me observaba confundido, con suerte no entendería lo que estaba pasando. Antes de desaparecer en la tormenta, me despedí de él con una sonrisa.

-Adiós Kuma, espero que puedas ser muy feliz...

-..... También tú.... amigo...

De regreso a casa, ahora solo, completamente solo, sentí un ápice de alegría por darle una mejor vida a mi amiguito, pero al instante apareció el dolor y la desesperación, la sensación de soledad, la tristeza, la angustia, ahora ya no había nadie que me palmee con sus peludas patas cuando lo necesitara. Lo hice por su bien, ¿pero qué hay del mío? Me enterré en las cobijas a llorar, llorar era lo único que mi cuerpo quería hacer, ni mis gritos ni mi angustiado pecho podían alejar ese dolor, esa pesada sensación que me atravesó como agujas, apretujando mi corazón y haciéndome caer una vez más en un sufrimiento insoportable.

Tenía que guardar todo eso dentro de mí, acumular todos estos sentimientos, y evitar que estallen en un momento inoportuno. No se siente bien para nada, pero debo hacerlo, seguir aguantando, aguantar un poco más.

Ya me ha pasado antes, que de tanto acumular un día exploté, fue cuando jóvenes, Alfred me estaba fastidiando, no me pude contener más y comencé a insultarlo. Eran palabras muy duras, pero eran sólo palabras, mi hermano se puso muy mal y comenzó a llorar. No quise hacer que se ponga mal, pero en lugar de detenerme seguí insultándolo, echándole en cara todo lo que me hizo que alguna vez me molestó, no podía parar, una vez que soltaba todo eso que llevaba dentro, no podía frenarlo.

Ese día mamá Arthur me regañó feo, sólo a mí, por haber hecho algo malo una vez ya sentía que estaba haciendo algo imperdonable, me sentía la peor persona del mundo. Fueron injustos conmigo, a partir de ahí callé, decidí que guardaría mi miserable dolor para no volver a ser una molestia.

Traer estos recuerdos sólo hace que me ponga peor, no sé de dónde saco tantas lágrimas para derramar, me duele mucho, me duele vivir, me duele ser yo. Simplemente es demasiado, ya no quiero ser, ya no quiero sentir.

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¿Por qué yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora