Nunca pensé que sentiría tanta angustia al escuchar la puerta de mi piso cerrarse. Un sonido sordo que rebota en mi cabeza como un balón de fútbol.
La casa se me hace enorme sin él, como un laberinto en el que me siento completamente perdida. Mi cama es un paisaje blanco desértico, mi polo norte, sobre todo cuando llegue el frío y oscuro invierno.
Me quedo durante un tiempo que parece muy largo, tirada sobre el suelo de madera. Desde fuera, podría parecer que estoy muerta. Respiro tan suavemente que mi pecho apenas se mueve. Mi tez nunca ha sido muy bronceada, lo que concuerda con un aspecto aún más cadavérico.
Después de cinco minutos, ya no noto el frío que recorre mi cuerpo.
Mi móvil suena unas cuantas veces, no sabría decir la cantidad exacta, pero no me molesto ni en alzar la mirada. Me quedo allí tirada esperando a que la persona que esté llamando se canse de tocarme los cojones. No quiero hablar con nadie, tan sólo quedarme tumbada esperando a que Tes vuelva.
Sí, ya sé que es una mierda de actitud, pero ahora mismo no me siento con fuerzas para hacer como si nada y ponerme a jugar al Candy Crush.
-¡Lana! –alguien entra en mi apartamento y se acerca a gran velocidad, cayendo de rodillas junto a mí y mi soledad.
Jennifer me zarandea intentando que le responda, pero sigo encerrada en mí. ¿Cómo narices ha entrado en mi casa? ¿Acaso le di en algún momento una llave?
Una mano tira de mi pelo con fuerza, es Noah, mi pequeño angelito. Sólo espero que no le cause un trauma verme en este estado tan penoso.
-Lana, por dios, dime qué te pasa –Jennifer empieza a estar agobiada y sigue zarandeándome con fuerza. Noto cómo su mirada recorre toda la estancia. No pensará que me he tomado pastillas, ¿no?
-Se ha ido –murmuro con voz ronca volviendo a la vida. Mi pecho se hincha de nuevo, con un enorme esfuerzo.
-¿Y por qué estás aquí tirada?
-No tengo fuerzas.
-Lana, por favor, no digas tonterías. Levántate y ponte algo más de ropa, estás helada.
Me pongo en pie a duras penas, tambaleándome como si me encontrase en un grave estado de embriaguez. Jennifer me sujeta con fuerza, clavándome casi las uñas en los brazos, por miedo a que me caiga de nuevo al suelo.
El pequeño Noah permanece en silencio mirándome desde abajo con los ojos abiertos como platos. Le estoy decepcionando, ahora el dolor que aplasta mi corazón es más fuerte y cruel. Sólo por él intento recomponerme lo más rápido posible.
Mi amiga me prepara una taza de café y nos sentamos en el sofá mientras el pequeñajo juega en su cuarto con algunos coches de plástico. Me hundo entre los cojines como si estuviese entre algodones de azúcar.
-No voy a dejar que te deprimas, ¿entendido?
-¿Cómo has entrado en mi casa?
-Lana, no es ningún secreto que escondes la llave en uno de los azulejos de la pared del rellano.
-Tengo que cambiarla de lugar...
-Lana, centrémonos. ¿Por qué estás así? –las tazas humeantes de café crean un ambiente cálido y tranquilo después de mi agonía.
-Las relaciones a distancia... No estoy segura de que vaya a funcionar. Estamos a más de 4000 kilómetros. Aunque seguimos estando en el mismo país, es como si viviésemos a varios mundos de distancia. Sé que es una exageración, pero... joder, ¿por qué a mí?
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El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...