Hay cosas que al paso de los años he llegado a olvidar: cumpleaños, deseos, caprichos, amores, personas y sueños. Pero un recuerdo persiste, es algo imponente que está lejos, muy lejos. Más allá de las colinas cubiertas en toda su extensión por flores coloridas; más allá de lo real y de la razón se encuentra un grande y frondoso árbol de hojas extrañamente azules.
La primera vez que lo vi me deleité con su belleza. Yo era tan pequeño en ese entonces, que hoy a veces dudo de su existencia, pues no hay ciencia que me asegure la existencia de esa fantasiosa planta. Luego ya no me pude separar de él. Jugaba bajo su sombra con mi pelota de todos los colores como el hermoso arcoíris, cuando ya no tenía energías me sentaba y me adormecía la suave brisa que pasaba como el arrullo de mi madre cuando era un pequeño bebe.
Esa quien se mueve como si fuera una gitana en su mejor baile, moviendo sus cabellos y su falda como si su vida solo hubiera sido dada para bailar. Me recuerda al fuerte y robusto nogal, ¿será un nogal? nunca en mi vida he visto un nogal con hojas azules. A veces pienso que era un cedro azul, pero sus hojas no son de ese opaco azul, era mucho más profundo, Quizás de un color azul zafiro el cual me generaba mucha tranquilidad, tan brillante que corrompía hasta el alma más pura. El canto de los pajaritos hacía que el paisaje se volviera más celestial, un poco más real aunque nada en ese árbol fuera normal. ¡Cómo recuerdo la suavidad de sus hojas! Cuando estas caían en otoño y cómo olvidar el olor que salía de la tierra en su alrededor y la rugosidad de su imponente tronco, siempre lo comparaba con los otros árboles, pero ninguno se atrevería a ser más hermoso, más perfecto que él.
Cuando cumplí 10 años me fue imposible seguir al lado de mi querido árbol, debía ir a cumplir mi labor como hijo, mi familia era muy pobre y nuestro padre nos había abandonado, mis hermanos y yo debíamos trabajar como mulas cada día para poder llevar por lo menos un pedazo de pan y un litro de leche para mi madre y el resto de nosotros. Con reticencia y dolor me alejé de él y luego todo cambió, maduré.
Si supieras por todo lo que pasé, todo lo que viví, todo lo extraño que nunca había visto. Trabajé en la panadería del señor Carlos, ese que me regalaba algunos panes para comer bajo tu sombra. Pero ya no me daba panes, recibía regaños y gritos por mi incompetencia. Después de un tiempo me despidió, y fui en busca de trabajo a la floristería de Doña Alicia, pero ella me miro con compasión y me dijo que no podía trabajar allí porque era muy chiquito, y me dijo que fuera donde su hermana Rosalía, que atendía una tienda de víveres. Ella me recibió con los brazos abiertos y me contrató para hacer el domicilio, pero su malvado marido, me maltrataba y me pegaba tanto que decidí huir de allí. Con los años el camino que me llevaba a ti se me fue olvidando pues en mi cabeza solo estaba la preocupación por mi familia y lo que comeríamos ese día. Pase por la taberna de Renné, esa mujer tan loca y atolondrada que no sabia como su trabajo se mantenía en pie. Por la ferretería de Emmett y Emma, los gemelos picarones, como les decía la gente ya que de niños eran traviesos y hacían muchas bromas. Trabajé con Eduardo e Isabela, que se sentaban en la plaza vendiendo las baratijas que la bella Isabela hacia en sus tiempos libres, casi nunca hablaba con el joven Eduardo porque era muy distante y extraño, pero se querían, se querían mucho, pero también me tuve que ir. Fui creciendo y mientras crecía cambiaba de trabajos, tuve muchos, y salvé a mi familia de la horrible muerte por el hambre. Y mi árbolito ya no lo encontré.
Luego de muchos años, mis hermanos crecieron y se fueron, unos se casaron, otros huyeron y los mas débiles no aguantaron y murieron, pobre Irina y miserable Roy, lo mas pequeños y los que necesitaban mas cuidado, mi madre quedo devastada y eso fue lo que por fin un día la mato, y yo me quede solo, y decidí empezar a buscar, con mis 20 años recién cumplidos, mi desaparecido árbol.
Ahora de adulto lo busco pero no lo encuentro. Tal vez sea el alma de un niño—la cual es pura y sencilla, no hay perversión en su mente, no se puede encontrar ni el más mínimo pecado en su vida— la única capaz de encontrar ese árbol y el niño será el único capaz de jugar y descansar bajo su envidiada sombra ¡Lástima que perdí mi preciada niñez de manera tan repentina! Maldigo el momento en que mi alma prematuramente empezó a crecer y mi mente a pensar más racionalmente, porque gracias a la detestada cotidianidad he llegado a olvidar las alegrías que las cosas más simples me brindaban, para entrar a la mundana cotidianidad del hombre. Esto hizo que muy prontamente me olvidara de la ubicación de mi querido árbol. Lo he buscado tanto que he llegado a pensar que solo fue un sueño, pero su hermosura, su figura esbelta y su color tentador lo hacen tan puro e inalcanzable para una mente tan sucia e insípida como lo es la mía. Busco, busco y busco ¡Pero no lo encuentro! ¡Y no encuentro nada que se le parezca!, ningún árbol se le compara, ninguno baila y canta como lo hacía cada vez que el viento soplaba. En sueños trato de alcanzarlo pero es tan difícil, tan complicado, creo que es mi propio yo el que me aleja de ese hermoso paisaje, el que pelea para que no encuentre la paz que tanto estoy anhelando.
Ese árbol, ese llamativo y voluptuoso ser vivo, que se mueve por la acción del viento, que no camina, se fue y escapó. Ahora solo pienso en su maravillosa existencia y me aferro a su borroso recuerdo, con ese odioso sentimiento de posesividad que he desarrollado desde que me separé de él.
Mi amado árbol me llama, lo siento, lo sé, ¡lo sé dentro de mí! Él me dice que lo busque y me recueste bajo su sombra a leer un buen libro y sienta cómo me hago uno con la naturaleza ¡Qué sensación más maravillosa sería el poder percibir la brisa fresca bajo su sombra! Pero no lo alcanzo., no lo encuentro. A veces pienso que el muy sinvergüenza se esconde de mí. ¿Quién le dio el derecho de molestar a mi pobre y frágil tranquilidad? No es justo que solo permanezca en mi mente esa hermosa obra de arte.
¡Ay mi árbolito! todavía te busco con desesperación, solo sé que tú mi estrafalario y mágico amigo quedaras guardado en la parte más pura e intocable de mi memoria, donde aun se encuentran los destellos de mi breve niñez, porque mientras no te encuentre serás el árbol de mis recuerdos.