Los sesenta es solo un número

5. Lenguaje corporal

Alister en multimedia.

Florencia:

Aún tengo los ojos muy abiertos y de golpe aparto la mano de Alister.—¿Y si mejor te golpeo?

Me sonríe.

¿Por qué se ve como si disfrutara esto?

A menos...

—¿Estas burlándote de mí?

—Claro que no. ¿No fue obvia mi respuesta anoche?

—Ya te dije que...—No vale la pena seguir fingiendo que no lo oí.—Atracción a primera vista.

—Eso mismo y... sentí que fue mutuo.

—Pues sentiste mal.

Su ceja se eleva.—Seguir negándote solo me hará querer seguir viniendo, Bombón,

—Y yo te pondré una orden de restricción si lo haces.—En lugar de asustarse, le parece gracioso.

—¡Alister!

—Dime, Bombón.

—¿De verdad vas a arriesgar tu libertad por un acoston?

—Si.

Se nota que es un promiscuo o muy honesto.

Él me sonríe.—Porque estoy seguro que valdrá la pena.

El corazón se me acelera.

¿Por qué se me acelera?

(***)

Miro a ambos lados mientras limpio la mesa por última vez. Paso mis nudillos por mi frente, limpiando mi sudor y llevo el trapo a la cocina, me detengo y levanto la mirada desde el lugar, observando a ambos lados.

¿Ya se fue?

—Florencia.

Giro el rostro al ver a Martha, una compañera. Quien carga su bolso en el hombro, lista para irse a casa. Tres de mis compañeras están con ellas.

—Nos vemos mañana.

Asiento con la cabeza.—Hasta mañana. Descansen chicas.

—Igualmente, Flor.

—Tú también.

Las cuatro salen de la cafetería. Me quito el mandil y me quedo viéndolas, ellas ríen entre ellas y me recuerdan a mí y mis amigas en nuestras épocas de la universidad.

Suspiro. Extraño mi juventud.

Voy por mi abrigo y me lo coloco, me vuelvo hacia mi jefe y los chicos, quienes se quedan a cerrar el local.

—Me voy, Buenas noches.

—Descansa, Florencia. Y mañana temprano.—Me recuerda mi jefe, un hombre obeso y amigable.

Ruedo los ojos.—Igual que siempre.

Cuelgo mi bolsa y salgo de la cafetería. Camino hacia el paradero y saco mi teléfono, revisando los mensajes.